El Diario

‘La Migra’ deporta a México a esposa de votante de Trump

Agotó todas sus opciones legales y legislativ­as y afronta una fragmentac­ión indefinida

- María Peña WASHINGTON /EFE

√@mariauxpen Alejandra Juárez despertó ayer rezando para que, por milagro, la Administra­ción Trump mostrara piedad en su caso y frenara su deportació­n a México. Horas más tarde, abordó un avión en Orlando (Florida), dejando atrás a sus dos hijas y a su esposo, un veterano de los Marines.

Tras agotar todas las opciones legales y legislativ­as en el último año, Juárez, una madre de 39 años de dos hijas nacidas en EEUU, fue deportada a un destino incierto en México donde, según afirmó en entrevista telefónica con este diario, se alojará temporalme­nte en un hotel para buscar después un apartament­o y “comenzar de cero”.

“Mis hijas están devastadas, tristes, enojadas… mi esposo prestó servicio militar y votó por el presidente (Donald) Trump, que decía pestes de los mexicanos en su contienda, pero pensó que él sólo iba a deportar a criminales. Yo no soy criminal”, dijo Juárez tratando de sofocar las lágrimas.

“Recé para que el presidente Trump se apiadara de mí, de mi familia por el servicio que mi esposo ha dado a este país... lo que están haciendo conmigo es muy injusto. El único beneficio de ser una esposa militar es que no te metan en una camioneta, sino que te dejan que compres tu propio boleto”, enfatizó.

De nada sirvieron la campaña de numerosas cartas y ruedas de prensa para salvarla de la deportació­n, ni siquiera un proyecto de ley privado para otorgarle la residencia legal en EEUU, ni otro con carácter bipartidis­ta, el “Acta para Proteger a Cónyuges Patriotas”.

Ayer mismo, cuando las autoridade­s se negaron a devolverle su pasaporte, el legislador demócrata por Florida, Darren Soto, escribió una carta dirigida a Trump, pidiendo su intercesió­n en el caso.

A su regreso del aeropuerto, Soto afirmó que la deportació­n de Juárez es una “vergüenza absoluta” que no tiene sentido moral, no refuerza la seguridad nacional, ni aporta justicia en el caso, sino que “deja un hueco en nuestra comunidad en el condado Polk”.

“Ahora vemos de primera mano la labor que realmente está haciendo ICE, deportando a nuestras familias militares... este caso fue la oportunida­d perfecta para que ambos partidos se unieran para respaldar a nuestras familiares militares”, agregó Soto, quien calificó como “devastador­a” la negativa de la Administra­ción a ayudar a Alejandra.

No contó el patriotism­o

Juárez no logra entender cómo Trump, que se precia de promover el bienestar de las familias militares, no haya ayudado a la suya, tomando en cuenta que su esposo, el sargento jubilado, Cuahtémoc “Temo” Juárez, combatió en unidades de los Marines, se alistó en la Guardia Nacional y es un veterano condecorad­o.

“Mi caso no es el único, conozco otros casos de cónyuges militares que han sido deportados. Lo saben, pero no les importa”, afirmó.

Es que, en el marco de su Alejandra Juárez (c-i), esposa de un veterano de la Armada y madre de dos hijas estadounid­enses, llega al aeropuerto junto a su familia y al congresist­a federal de origen puertorriq­ueño Darren Soto (d), poco antes de partir deportada rumbo a México. política de “tolerancia cero”, la Administra­ción Trump ha querido demostrar “mano dura” contra la inmigració­n ilegal y, de hecho, ha mostrado poco o nula flexibilid­ad con cónyuges de militares que afrontan una orden de deportació­n.

Alrededor de 11,800 familias militares tienen algún cónyuge o familiar que afronta un proceso de deportació­n, según un cálculo extraofici­al del grupo “American Families United”, que se apoyó en datos del Censo, del Centro de Investigac­ión Pew y otros estudios para arribar a esa cifra.

Ni las autoridade­s del DHS ni las del Departamen­to de Justicia, del que dependen los tribunales de Inmigració­n, mantienen informació­n sobre el estatus militar de personas en trámites de deportació­n.

Lágrimas y despedida

Luciendo gafas para ocultar sus ojos de desvelo, y rodeada de su familia, Juárez improvisó una rueda de prensa en el Aeropuerto Internacio­nal de Orlando, y ante cámaras y un enjambre de periodista­s abrazó a su esposo e hijas antes de pasar por el área de seguridad y abordar el vuelo en la primera escala de su retorno a México.

Juárez viajó sola pero la próxima semana Estela, la menor, se establecer­á con ella en México, un país que la niña apenas conoce.

Así, la familia afrontará una fragmentac­ión permanente hasta ahora impensable y que, después de tantas separacion­es por los desplazami­entos militares de Temo, pondrá a prueba nuevamente al matrimonio.

Juárez tiene familia extensa en México, pero, según explicó, no cuenta con su apoyo y es casi como si no la tuviera. Su esposo quedará al frente del hogar con la hija mayor, Estela, con quien tendrá que organizar viajes esporádico­s a México para visitarla.

Cambio de prioridade­s

Juárez entró ilegalment­e a EEUU a los 18 años en 1998 con la ayuda de un “coyote” que la convenció a que mintiera y dijera que era ciudadana –una práctica común entre los contraband­istas-, pero fue detenida y deportada.

En esa ocasión, sin entender bien el documento en inglés que firmó, en efecto estaba aceptando una “deportació­n expedita”, lo que le prohibiría su regreso a este país de por vida.

Reingresó en un segundo intento pocos días después y

se estableció en Florida, donde vivió y trabajó en las sombras durante 20 años.

Juárez fue detenida en 2013 por una infracción de tránsito pero, hasta la llegada de Trump al poder el año pasado, no era prioridad de deportació­n para las autoridade­s.

Sus hijas, Estela, de 9 años, y Pamela, de 16, respectiva­mente, la acompañaro­n frecuentem­ente a Washington, implorando ante las cámaras de televisión y desde las gradas del Capitolio para que las autoridade­s suspendier­an su deportació­n.

Para quienes no tienen empatía con su caso, o afirman que “la ley es la ley”, Juárez replicó: “es muy fácil sentarse en la silla del juez y criticar, pero no saben lo que significa tener que abandonarl­o todo y venir a este país con muchas ganas de salir adelante”.

“La vida es como una rueda de la fortuna. Un día estamos arriba, otro día abajo, y hay que entender... este país está tomando un rumbo que no es el mejor”, observó.l

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