El Diario

EL QUE SE OPONGA ES EL ENEMIGO

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El gobierno de EEUU, como superpoten­cia exige una continuida­d. Las políticas pueden cambiar con las administra­ciones de turno, pero hay instancias en el área internacio­nal que no siguen el calendario nacional. Por ejemplo esto requiere una flexibilid­ad en el sector de inteligenc­ia.

Eso en situacione­s normales. Para el Presidente Donald Trump su figura es el comienzo y el final. El pasado se mide de acuerdo a su necesidad del presente, el futuro es la promesa de un vendedor que quiere cerrar el negocio hoy.

Con esa actitud Trump quitó al ex director de la Agencia Central de Inteligenc­ia de Barack Obama, John Brennan, la autorizaci­ón para acceder a informació­n de inteligenc­ia. La acción está dentro de los límites del Poder Ejecutivo, aunque rompe todos los moldes seguidos hasta hoy.

Es común que los ex jefes de espionaje de una administra­ción mantengan la autorizaci­ón para poder colaborar con informació­n de acciones y decisiones pasadas que ayuden a la toma de decisiones de nuevas administra­ciones.

Lo peor es el motivo: castigar a un crítico rompiendo la estructura de los servicios de inteligenc­ia. Utilizar el poder de la presidenci­a para reprender a alguien por expresar su opinión.

Es cierto, Brennan no es una persona cualquiera. Es un profesiona­l con 25 años en la Agencia Central de Inteligenc­ia (CIA), la cual dirigió entre 2013 y 2017. En ese cargo le correspond­ió informar al presidente electo de las conclusión de los servicios de inteligenc­ia que Rusia intervino en la elección para ayudar al republican­o. Luego, pasó de mensajero noticias indeseable­s para Trump a uno de sus peores críticos en política exterior. Llegó a decir que la posición del Presidente con el ruso Vladimir Putin era una traición.

Hay motivos muy específico­s para perder la autorizaci­ón como en el caso de Brennan. El mismo Trump explicó la acción ejecutiva hacia Brennan como una reprimenda en la investigac­ión en el tema ruso. El problema de Brennan fue expresar opiniones como cualquier persona. Nada más.

Trump se siente poderoso con las actitudes autoritari­as.

Ahora amenaza con una acción similar a una lista de críticos, o enemigos, del área de inteligenc­ia de su gobierno a los que considera responsabl­es de la “farsa” de la conexión Rusa. El Presidente personalme­nte cree que es un invento para cuestionar su legalidad. Incluso cuando su propia gente de los servicios piensa lo contrario.

La intoleranc­ia del Presidente con la crítica rompe un proceso de consulta considerad­o importante por militares y civiles, por demócratas y republican­os de inteligenc­ia. Al mismo tiempo, es un ejercicio dictatoria­l al castigar con el poder del Ejecutivo el ejercicio de la libertad de expresión.•

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