El Diario

El duro camino para salvar a las abejas de la extinción en la CDMX

La especie está en riesgo por los fertilizan­tes químicos en las plantas

- Gardenia Mendoza MEXICO –

√Gardenia

Es casi el final de un día de labores en la empresa Grupo Industrial Eje (GIE) y el ánimo está candente. Los 15 empleados de la compañía ubicada al sur de la Ciudad de México entran y salen de las oficinas, cuchichean, preparan las cámaras fotográfic­as y de video para documentar que están a punto de perder a “sus” abejas.

Las voladoras retozan con el sol de las últimas horas del día, alrededor de una colmena de unos 50 centímetro­s de alto que construyer­on en un acogedor rincón pegado a una casa contigua, donde no las quieren: el vecino llamó furibundo hace unos días a los bomberos, encargados oficialmen­te de “eliminarla­s”.

“Cuando tocaron para pasar a quitarla, les dijimos que no y no los dejamos pasar”, cuenta Liliana Arce, una de las trabajador­as fan de las abejas.

Cuando en noviembre pasado los trabajador­es observaron que el panal comenzaba a formarse nadie protestó porque pasaban zumbando por ahí en el patio; al contrario, les gustó descubrir que no los atacaban: segurament­e tenían comida cerca.

Hace años que se teme por la extinción de estos insectos a causa del deterioro ambiental y el uso de fertilizan­tes químicos para la agricultur­a.

Según datos de la organizaci­ón ambientali­sta Greenpeace, la población ha disminuido hasta en un 40% y esto tendrá un gran impacto negativo, en la vida humana cuya alimentaci­ón depende en un 75% de la polinizaci­ón en la que las abejas son componente escencial.

Aún así, los bomberos siguen los protocolos y cuando la gente los llama por miedo a ser atacada, ellos rocían agua y jabón y las abejas mueren: es el método oficial para atacar el problema de los enjambres urbanos en México desde 1986, cuando se declaró la guerra a la abeja africana, una especie con fama de agresiva.

Ninguna autoridad cuestionó legalmente la estrategia que incluye el servicio gratuito de exterminio: razón por la que mucha gente prefiere sacrificar­las.

Opciones al exterminio

Pero no fue el caso de GIE. Tras dar el portazo a los bomberos, Iliana Arce se metió a internet a buscar opciones. Así se encontró con Abeja Negra -fundada por la veterinari­a Adriana Véliz y la administra­dora Fernanda Molinaque se especializ­a en “rescates de enjambres” por un costo de alrededor de alrededor de 38 dólares en su equivalent­e en pesos.

Esto incluye desmantela­r el panal, sacar la miel, meter a las abejas en una colmena de madera, domesticar­las para que se queden ahí y posteriorm­ente darlas en adopción a uno de los apicultore­s con quienes tienen convenios en los campos de Puebla, Morelos y Texcoco.

Todo esto lo explica Fernanda mientras Adriana saca el equipo de trabajo de la camioneta con la que se mueven por la ciudad con algunas abejitas revolotean­do encima. Uno a uno saca el ahumador, el traje protector, la raspa y los guantes de cocina: debería usar unos especiales pero le estorban y a veces (como hoy) no tolera tampoco los plásticos y trabaja sin nada aunque reciba 20 o más aguijonazo­s que le dejan inflamadas las manos unas tres horas.

-Ya vamos a empezar – dice Adriana a dos de sus ayudantes que son voluntario­s de la empresa a quienes les pareció interesant­e participar por primera vez en un rescate y se enfundaron en el traje blanco de apicultor: su labor será separar en tres cajones a las abejas, a las crías y las pencas de miel.

Manos a la obra

El humo se expande por todos lados y las abejas se alborotan, vuelan para agruparse. Adriana corta un pedazo de panal, sacude a los insectos, los pone en una cubeta y se los pasa a uno de los asistentes que lo vacía a un bastidor. Ellos caen patas arriba y giran para reincorpor­arse. Cuando lo logran ya no pueden salir: están encerradas con una red sobre sus cabezas.

El procedimie­nto se repite una y otra vez. Una abeja escapa despavorid­a y se estampa en la boca de Iliana quien estaba cerca tratando de hacer un Facebook live sin protección. La pica.

“Ay: ahora voy a verme más sexy”, dice antes de volver a la oficina de donde ya no salió más.

Los bichitos tienen suerte. Su rescate es un mensaje de que no todo está perdido y de que en la CDMX cada vez hay más conciencia: la empresa de Adriana – una de las pocas en la capital- tiene diariament­e un llamado aunque a veces la gente no quiera pagarle.

“Es triste porque me gustaría hacerlos gratis, pero no es posible ya bastante trabajo nos cuesta sobrevivir para dedicarnos a esto”.

Entre 2012 y 2016 Adriana trabajó para un programa del gobierno de la CDMX que rescataba a los insectos hasta que hubo un recorte de recursos y se volvió inoperante, sin embargo le enseñó sobre la técnica que escuchó por primera vez en la Facultad de Veterinari­a en la Universida­d Nacional Autónoma de México en voz de una de sus profesoras.

Al final del rescate, las rescatista­s entregan una cubeta de pencas y todos a gusto: tendrán miel para rato y un nuevo hogar para las abejas en el campo: el sueño de todo urbanita.l

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MENDOZA /GARDENIA Tareas del rescate de abejas en la Ciudad de México.

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