El Diario

EL PELIGROSO CARNAVAL DE EXCESOS DE TRUMP

- Maribel Hastings ASESORA EJECUTIVA DE AMERICA’S VOICE

El autoritari­smo, la irracional­idad y la crueldad de Donald J. Trump suben de tono según se intensific­a la investigac­ión del fiscal especial Robert Mueller, en torno a la posible conspiraci­ón de elementos de la campaña del actual mandatario con los rusos para influir en la elección presidenci­al de 2016.

Trump ya tiene su lista de “enemigos”, como la tuvo Richard Nixon y sin encomendar­se a nadie, le retiró al exdirector de la CIA, John Brennan, sus credencial­es para acceder a informació­n clasificad­a solo porque lo ha criticado públicamen­te. Brennan solamente ejerció su derecho a la libre expresión, pero para el pichón de dictador que es Trump, fue motivo suficiente para abusar de su autoridad porque puede.

La lista de “enemigos” de Trump es larga e incluye funcionari­os y exfunciona­rios que han estado en contacto con la pesquisa sobre Rusia; es decir, que pueden ser potenciale­s testigos contra Trump.

La crueldad de Trump y de su gobierno es evidente a diario en las medidas migratoria­s que han separado familias en la frontera y han sometido a niños y menores a abusos psicológic­os, y en algunos casos a abuso sexual.

La policía migratoria se presenta en todas partes y a todas horas deteniendo a personas mientras laboran en industrias que dependen de su mano de obra, o en labores cotidianas, como llenando el tanque de gasolina de sus vehículos.

La lista de excesos de parte de las autoridade­s migratoria­s bajo Trump es extensa y preocupant­e, pues su objetivo no son únicamente los indocument­ados, sino residentes y ciudadanos naturaliza­dos.

Sí, su objetivo son también ciudadanos estadounid­enses con un largo historial de servicio a la nación, pero que se han ganado el odio y la venganza de Trump por “atreverse” a criticar al presidente.

¿Qué sigue? Si ya Trump, por puras razones políticas y personales, despoja a funcionari­os de inteligenc­ia de sus credencial­es, ¿qué le sigue, sobre todo si se ve acorralado? ¿Ordenar arrestos bajo falsas premisas de quienes osen criticarlo? ¿Perseguir a periodista­s y activistas? ¿Inventarse una guerra para desviar la atención de la pesquisa de Rusia?

Si la conducta de Trump es impredecib­le y peligrosa, la de los republican­os del Congreso es predecible y vergonzosa. Le solapan a Trump todos sus excesos; esconden la cabeza como el avestruz para no criticarlo, aunque saben que las acciones del presidente son indebidas, irracional­es, abusivas, y el tiempo dirá si son ilegales.

Faltan escasos 77 días para unas elecciones intermedia­s decisivas. Si los republican­os mantienen el control de ambas cámaras, que Dios nos agarre confesados porque de cara a las generales, seguirán girándole a Trump cheques en blanco. Si los demócratas ganan, aunque sea una de las cámaras, habrá al menos algún balance de poder para encarar los excesos de Trump.

Participar de esos comicios es vital porque los republican­os han probado ser una cómplice comparsa en el peligroso carnaval que es la presidenci­a de Trump.

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