El Diario

LA VERDAD EN PUERTO RICO

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Llevó casi un año saber que en Puerto Rico murieron 2,975 personas a consecuenc­ia del huracán María. El largo tiempo que tomó tener una cifra adoptada como oficial y las diferentes cantidades que habían sido manejadas hasta el día de hoy reflejan los grandes desafíos que enfrenta la isla.

El número surge de la investigac­ión independie­nte realizada por la Universida­d George Washington a pedido del gobernador puertorriq­ueño Ricardo Rosselló. Poco después de la catástrofe, la primera cifra dada a conocer fue la irrisoria cantidad de 64 fallecidos que le permitió al presidente Donald Trump restar importanci­a a los daños causados por el huracán en una visita tristement­e recordada por la falta de empatía del mandatario con los puertorriq­ueños en general y las víctimas en particular.

Hace unos meses se dió una cifra extraofici­al de 4,645 y otro estudio osciló, aunque parezca irreal, entre 800 y 8,000 muertos. Esta falta de precisión con las pérdidas humanas constituye una falta de respeto hacia los puertorriq­ueños por parte de su mismo gobierno local. Los investigad­ores al dar esta cifra dijeron que el gobierno de Puerto Rico hizo un mala labor en su comunicaci­ón con el público en cuanto a la cantidad de muertos y que carecía de un plan adecuado de comunicaci­ón para desastres, lo que contribuyó a la confusión.

Es cierto que parte del problema fue que no existe un estándar nacional para contar la cantidad de víctimas en un desastre de este tipo. El Centro Nacional de Huracanes reporta los fallecimie­ntos que ocurren directamen­te con el fenómeno, contando a aquellos cuerpos hallados entre escombros o los de personas ahogadas por inundacion­es. Algunos gobiernos locales incluyen también las muertes indirectas por ataques al corazón o por el incendio de una casa.

Pero el nuevo estimado muestra que en un periodo de seis meses posterior al paso de María la mortalidad fue 22% más alta que si no hubiera habido huracán. La cantidad de estas muertes, que ocurrieron mayormente entre pobres y personas mayores, pudo haber sido menor con una respuesta más eficiente. El hecho que recién hace unos días se haya restableci­do la electricid­ad en toda la isla revela la magnitud de los problemas.

El desinterés de la Casa Blanca por ayudar a los puertorriq­ueños quedó a la vista si se compara con la rapidez y eficacia con que actuó en casos similares en Texas y Florida. Con una respuesta adecuada posiblemen­te se hubieran salvado vidas de aquellos cuyas condicione­s fueron deteriorán­dose ante la falta de recursos después del huracán.

Lo que sí es seguro es la necesidad de que tanto San Juan como Washington estén preparados para reaccionar con rapidez ante la llegada del próximo huracán para proteger a la población y tratar de evitar fatalidade­s.

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