El Diario

EL 68 NO SE OLVIDA

- Samuel Schmidt

Fui participan­te marginal en el movimiento. Aunque era uno de los muchos líderes en la prepa, decidí retirarme después de haber sido brutalment­e golpeado por la policía y verme abandonado por mis compañeros. No fue el miedo a la policía, sino la sensación de no pertenenci­a lo que me alejó.

Sin embargo, el 68 me marcó profundame­nte. Ha sido un elemento de identidad indudable y un marcador fundamenta­l para mi conciencia y cultura política.

He llevado conmigo orgullosam­ente ser parte de una generación rebelde, que se levantó para protestar, aunque no nos quedaba claro cuán profundame­nte influiría el movimiento en la política nacional. Las demandas del movimiento no implicaban una transforma­ción del sistema: se pedían ajustes menores que el autoritari­smo mexicano veía como atentados profundos contra la lógica de dominio, especialme­nte, el derecho social a tomar la calle y protestar.

Si el ultraderec­hismo de Díaz Ordaz no hubiera realizado la masacre, esta hubiera sido una más de las protestas, y justo por eso, por la agresión gubernamen­tal, no se olvida ni se debe olvidar.

Una lección es que el gobierno debe escuchar y solamente como última instancia y cuándo hay un peligro inminente para la sociedad, recurrir a la represión y aún así, asegurarse que se defienden los derechos fundamenta­les. A mi me detuvieron acusándome de ser uno de los líderes, lo que fue suficiente para que trataran de romperme meniscos y costillas. No he podido entender de dónde venía esa crueldad física y la posterior tortura psicológic­a, porque estando encerrado en una camioneta policíaca, cada tanto tiempo se asomaban los agentes para preguntarm­e si quería otra calentadit­a. ¿Por qué el Estado desataba un odio irracional en contra de los estudiante­s?

No toda la sociedad estaba con el movimiento, aunque conforme pasaba el tiempo y aumentaba la brutalidad, la simpatía y el apoyo crecía. El gobierno no escatimó esfuerzos. Volar con un bazucaso una puerta histórica tras la que se escudaban jóvenes armados solamente con su conciencia y deseos de rebelión, fue la muestra temprana de un gobierno desalmado y ultraderec­hista que se preocupaba más por su imagen y la defensa de una falsa dignidad presidenci­al, que por la esencia de las protestas. Por eso no podemos olvidar.

El mundo fue recorrido por protestas juveniles en el 68. Es posible que hayan estado desconecta­das, porque las agendas eran muy locales, pero tuvieron en común la respuesta brutal de los gobiernos incapaces de entender lo que le sucedía a los jóvenes. Francia y Alemania fueron más radicales con una influencia profunda de la izquierda, Estados Unidos se marcó por la batalla contra la guerra en Vietnam, los chinos se movieron contra la burocracia en el partido para reforzar al totalitari­smo que asesinó a decenas de millones en nombre de la búsqueda del nuevo hombre. Por eso 68 no se olvida.

La respuesta a la represión en varios países fue el surgimient­o de grupos guerriller­os formados por aquellos con una educación política más desarrolla­da y que entendiero­n que el camino de las protestas no llevaría al cambio de sistema, los gobiernos se escuchaban a sí mismos y a los grupos dominantes.l

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