EL REY PRESO
PAUL POGBA, PIEZA FUNDAMENTAL EN EL TÍTULO MUNDIAL DE FRANCIA Y UNO DE LOS LÍDERES DE ESA SELECCIÓN, PASA HORAS DE HARTAZGO EN EL MANCHESTER UNITED
√@e●viejohoracio
stamos a 90 minutos de hacer historia. Es un partido... un partido. No sé cuántos hemos jugado en nuestra carrera, pero este partido cambia todo, cambia la historia...”
Así hablaba Paul Pogba el 15 de julio anterior, minutos antes de saltar al campo del Estadio Luzhniki, en Moscú, para jugar la final del Mundial con su selección. Aquel día el mediocampista levantó la Copa del Mundo debajo de un cielo pasado en agua y entre vítores y calles tomadas en Francia. Fue, sin duda, el día más feliz en su carrera deportiva; muy contrastante a su actualidad.
“Esta noche quiero que estemos en la memoria de todos los franceses que nos miran. En la de sus hijos, sus nietos y hasta en la de sus bisnietos”, remataba con el rostro encendido el jugador más caro en la historia del Manchester United (133 millones de dólares), club en el cual, poco más de mes y medio después de aquella final, es quizá el campeón del mundo más triste en la actualidad.
Pogba es una estrella y por ello le duele vivir apagado en la lluviosa ciudad inglesa, donde el vecino, con una historia abismalmente carente del lustre de los Diablos Rojos, domina con paso marcial la Premier League.
De hecho, el Manchester City, dirigido por Pep Guardiola, es a estas fechas el club favorito de las casa de apuestas para coronarse en la Liga de Campeones.
El coraje, la motivación, el hambre de victoria y esas ganas de saltar al campo y forjar una historia inolvidable mostradas por el centrocampista previo a la final de Rusia 2018, hoy son costales de frustración, aburrimiento, cansancio y hartazgo. Pogba está desanimado, en medio de una depresión futbolística porque en el ManU se siente como en una jaula, irremediablemente condenado a permanecer un torneo más ahí.
Paul Pogba (Lagny-sur-Marne, Francia, 1993) parece sentirse como el náufrago al cual el barco no vio y frustrado, de pie bajo el sol, ve partir condenado a no saber cuándo le llegará una nueva oportunidad para ser feliz.
La imagen, pese a su astronómico salario de 14 millones de dólares al año, no es una exageración. De hecho, desde el