SÓLO NOS QUEDA IR A LAS URNAS
Las elecciones tienen consecuencias. Una de ellas es la transformación de la Suprema Corte de Justicia en una las más conservadoras en largo tiempo. En menos de dos años de presidencia Donald Trump se convirtió en el presidente estadounidense más significativo de lo que va del siglo.
La divisiva confirmación del juez Brett Kavanaugh estuvo de acuerdo a los tiempos. Un nominado muy conservador, extremadamente partidista, que llega al Alto Tribunal después de mentir bajo juramento y bajo la sombra de impropiedades sexuales. El Presidente se burla de una víctima de intento de violación mientras que a último momento se alega que el nominado fue parte de violaciones en grupo.
Al final ganó Trump. El debate se ensució lo suficiente como para llevar el nivel del proceso al terreno que le gusta al Presidente. El sentido común y la civilidad es reemplazado por los raptos emocionales, de quienes deben mantener la cabeza fresca, y la idea de hechos y verdades desaparecen. La conclusión deja un sentimiento de enojo, rencor y agotamiento.
Esto era evitable. Una elección abrió en 2016 la puerta a un gobierno que en poco tiempo está destruyendo el legado de su predecesor y décadas de políticas que protegió el medio ambiente y defendió al consumidor, que alentó los valores de diversidad y de convivencia cívica.
Lo más fácil es estar furiosos con los republicanos porque están en el poder según la ley manda y por ser muy eficientes en avanzar su agenda. En ese proceso el partido de Lincoln se convirtió en refugio de racistas y sus líderes más respetables son un coro de aduladores de los insultos y desplantes de Trump.
Se puede también culpar a los demócratas por perder la elección. Hillary Clinton era la persona más preparada para ocupar la presidencia, al mismo tiempo el peor candidato. Es posible reclamar por qué la campaña demócrata no visitó Wisconsin donde quedó rezagado en 23,000 de los 70,000 votos que le hicieron perder el Colegio Electoral.
El impacto de la herencia de Trump se verá en las decisiones que por décadas tomen los dos jueces colocados por el mandatario. Este es solo el principio si los demócratas no cambian el panorama a partir de la elección legislativa de noviembre y la presidencial de 2020.
El enojo, la tristeza y la desolación deben dar a la reflexión y la acción política. Es necesario que los residentes legales avance a la ciudadanía, que los ciudadanos se registren para votar y todos vayan a las urnas.
Los desafíos del Colegio Electoral y de los distritos amañados pueden ser resueltos con la militancia y la presencia del votante. Si esto no es suficiente para actuar, ¿qué más hay que esperar que pase?