El Diario

GELACIO MÉNDEZ: un orgulloso artista del telar oaxaqueño

Tras décadas de emigrar, aún mantiene viva la tradición de la artesanía textil

- Araceli Martínez-Ortega

Gelacio Méndez aprendió a tejer a los 11 años en su pueblo Santa Ana del Valle, en Oaxaca (México). Hoy, 50 años más tarde, sigue tejiendo lana, solo que desde Los Ángeles (California), donde ha vivido desde 1980.

“Cuando estoy tejiendo, revivo mi infancia y juventud. Me acuerdo de mis tíos, de mis papás y mis primos. Ellos me enseñaron a tejer. En el pueblo, todos eran muy buenos para este oficio”, dice Gelacio de 63 años.

Este inmigrante mexicano, padre de cuatro hijos, llegó a Los Ángeles cuando tenía 25 años. Su plan era venir a trabajar unos años, regresar y poner un negocio para vender sus tejidos.

“Ya que llegué aquí, me gustó. Regresé a Oaxaca a los dos años, pero a los dos meses volví a Los Ángeles para quedarme definitiva­mente. En aquel entonces, la pasada en la frontera era fácil”, recuerda.

“Cuando abrieron la playa de Huatulco en Oaxaca, me ofrecieron agarrar una tienda, pero no tenía suficiente dinero, dejé ir la oportunida­d”, dice.

“Mi mejor época como tejedor de lana fue en los 70s. El gobierno de México me invitaba con los gastos pagados a exponer mis trabajos en distintas partes del país. Me iba bien con mi trabajo como tejedor en Oaxaca, pero me ilusioné con venir a los Estados Unidos”, rememora.

En 2000, un amigo lo animó a retomar el oficio de sus ancestros. Solo que había que conseguir los materiales para el telar. “‘Yo te apoyo’, me dijo mi amigo. La madera aquí la conseguí. Los otros materiales, como el peine, me los trajeron de Oaxaca. Un carpintero de mi pueblo que vive en Los Ángeles, hizo el telar. Cuando estuvo armado, me puse a trabajar”, dice.

¿No se le había olvidado el oficio? “Lo que bien se aprende no se olvida”, dice sin dudarlo.

Cuenta que una de las mayores satisfacci­ones de su vida, es haber retomado su trabajo como tejedor de lana. “Me hace feliz. Me siento orgulloso de poder hacerlo”, confía.

Durante el día, Gelacio trabaja dando mantenimie­nto en una plaza comercial, pero al regresar por la tarde a su pequeño departamen­to, se pone a tejer en su telar, que tiene colocado en la sala.

“Tejo de todo: tapetes, bolsas, monederos”, dice mostrando algunos de sus coloridos y bellos trabajos.

Generalmen­te, los comerciali­za en las ferias que se organizan en el área de Los Ángeles.

“Si Dios me da vida, planeo jubilarme de mi trabajo en mantenimie­nto en tres años. Mi sueño es dedicarme de tiempo completo al tejido de la lana”, comenta.

“Es difícil teñir el hilo. Uno tiene que mezclar muchas cosas para sacar el color para una fotografía... Ya cuando lo tiñes, [luego] lo secas y lo cardas”, precisa.

Dice que en la actualidad, no todos los jóvenes tejedores saben cómo hacer hilo. “Ahora ya hay hilo que se compra fabricado. No es hecho a mano”, dice.l

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