REFUGIADOS HONDUREÑOS
Durante años, observamos desde lejos la tragedia de los refugiados que tratan de llegar a Europa cruzando el mar en condiciones inhumanas. Vienen de países fallidos, incapaces ya de procurar el bienestar de sus habitantes. Muchos perecen en la travesía.
Una crisis similar se desarrolla en Centroamérica. Olas de refugiados tratan de llegar a Estados Unidos, por la violencia interna y la pobreza extrema.
Ese es el contexto de la caravana a pie de dos mil hondureños resueltos a pedir asilo en nuestra frontera.
Para el presidente Trump la oposición a la inmigración de Latinoamérica es esencial. Su encono abarca a indocumentados, a inmigrantes legales y a quienes legalmente piden asilo en la frontera. Por ello, el gobierno separó a miles de niños de sus padres y aún no ha reunificado a cientos de ellos, una política que amenaza retomar después de las elecciones.
Y en mayo, Trump convocó a las Fuerzas Armadas para detener la caravana Vía Crucis del Migrante desde Guatemala bajo la falsa premisa de la seguridad nacional.
Ante el contingente actual de hondureños que huyen del desastre, la respuesta del Presidente ha sido amenazar a ese país con cortar toda la ayuda si no los detiene.
Esta actitud no avanza en la solución de la crisis.
Esta publicación no aboga por fronteras abiertas. Nuestro país, como cualquier otro, tiene el derecho de determinar quién entra y en qué condiciones. Pero tanto las leyes internacionales como el sentido común y el de la justicia nos obligan a un enfoque diferente al de Trump.
Cuando los refugiados llegan a la frontera pidiendo asilo, por ley deben ser atendidos, respetados y sus casos debatidos y resueltos.
Y la única manera de detener el flujo de refugiados es comenzar a superar las razones para que tantas familias tomen la resolución de dejarlo todo y huir al norte.
Honduras es uno de los países más violentos del mundo. Es el más pobre de América Latina (el 60% lo es), el más desigual y con la canasta básica de alimentos más cara. Según el Banco Mundial uno de cada 5 hondureños vive en pobreza extrema.
Por eso, ninguna amenaza de Trump hará que padres dejen de salvar a sus hijos de la inanición. De la misma manera, ningún número de policías mexicanos logrará detener a la marea que aspira pasar por su territorio.
Los miles que tratan de llegar ahora a Estados Unidos pueden ser hoy devueltos. Pero la gente en Honduras volverá a marchar hacia donde pueda, porque la crisis es real.
Y mientras los países que son la fuente de estas olas migratorias no mejoren, seguirán expulsando a su población.
De manera que a plazo inmediato es imperativo, no atacar a la población de refugiados, sino mejorar las condiciones de la gente en Honduras.
De lo contrario, ese país se desplomará, llevando consigo incluso a las capas más pudientes en el poder.
La crisis de refugiados es mundial. La solución debe ser también internacional, considerando que en última instancia, los países que aceptan inmigrantes son los que más se desarrollaron económicamente a lo largo de la historia.•