El Diario

Récord de guatemalte­cos detectados en la frontera

- /FOTOS: AURELIA VENTURA Y ARCHIVO

La pobreza en el país centroamer­icano los impulsa a emigrar, dicen los activistas

A la izquierda, Manuel Eduardo Gómez escapó de Guatemala en mayo pasado, trayendo consigo a su hijo mayor, Brian. A la derecha, guatemalte­cos deportados a su arribo de regreso en su país.

Miles de guatemalte­cos continúan llegando a la frontera sur con la intención de lograr el asilo político en Estados Unidos, expulsados de su país por la pobreza extrema, y la delincuenc­ia.

Un reporte de la Oficina de Aduana y Protección Fronteriza (CBP) reveló que el año pasado 42,757 guatemalte­cos fueron detenidos o arrestados en la frontera con México.

Del total de inmigrante­s que intentaron entrar a Estados Unidos, la mitad eran guatemalte­cos. Hace dos años representa­ban solamente un tercio de todos los que querían entrar al país.

Manuel Eduardo Gómez escapó de Guatemala en mayo pasado, trayendo consigo a su hijo mayor, Brian, debido a la crisis económica, pero también presionado por las extorsione­s de las pandillas, el Barrio 18 y la Mara Salvatruch­a.

“Ellos me extorsiona­ban y me pedían entre 5,000, 10,000 quetzales (alrededor de 667-1,335 dólares) cada mes. Un día, con pistola en mano, cinco pandillero­s llegaron a exigirme hasta 100,000 quetzales (13,350 dólares) a mi casa. Me tuve que ir por un tiempo a otra aldea con mi familia. Hasta allá fueron a buscarme. Creía que me iban a matar”, recuerda.

Al mismo tiempo, ganarse la vida se volvió muy complicado.

“Me dedicaba a sembrar maíz y frijol en mi ranchito y trabajaba sembrando para otros. Pero la situación económica empezó a ponerse mal. En los inviernos ya no llueve y no se puede cultivar nada”, relata.

Aunque el gobierno de Guatemala mantiene una campaña de anuncios de radio, televisión y espectacul­ares, financiada por el gobierno de Estados Unidos, para alertar a la población sobre los peligros de emigrar, Manuel Eduardo - como miles de guatemalte­cos - ni siquiera se enteró de ello.

La necesidad los empuja

Rosa Posadas, asesora de la Unión de Guatemalte­cos Emigrantes, dice que los guatemalte­cos que emigran, huyen de las persecucio­nes de las maras, pero también para conseguir el pan y llevarlo a su familia.

“La escasez de trabajo es alarmante. El salario no da para comprar la canasta básica y para comer como personas decentes. Si acaso pueden comer carne una vez cada 15 días”, dice la activista Angelina con la organizaci­ón de solidarida­d con migrantes de su país.

Atribuye la mala situación de Guatemala a los malos gobiernos, pasados y al actual.

“Hemos tratado por todos los medios de buscar inversioni­stas para crear trabajo en Guatemala. Presentamo­s al presidente de la República Jimmy Morales, un proyecto de creación de infraestru­ctura para crear cuatro mlllones de empleos y nunca nos dio respuesta”, se queja.

A eso hay que añadirle, explica, que el Congreso nomás sirve para producir leyes que no benefician al pueblo, mucho menos al migrante. “Entre el Congreso y los gobiernos están matando a Guatemala, lo tienen agonizando por la falta de empleos”, dice.

Agrega que los muchachos egresados con carreras universita­rias, terminan ven-

Miedo a la violencia

Francisco Regalado Godoy es un guatemalte­co bajo custodia del Servicio de Migración y Control de Aduanas (ICE) en el Centro de Detención de Adelanto desde febrero de 2016.

Reconoce que tiene un récord que incluye entre cuatro y cinco deportacio­nes, lo que le ha impedido que alguna organizaci­ón de servicios legales quiera tomar su caso pro bono. Tampoco tiene para pagar un abogado.

“Siempre que me han deportado, me he regresado porque mi vida corre peligro en Guatemala. Ya dos veces me han intentado matar. La primera vez me dejaron toda la cara golpeada; la segunda me dispararon, y los impactos de bala le quitaron la vida a un amigo”, detalla.

Cuenta que a causa de la violencia, ya perdió a un hermano asesinado el mismo día que lo deportaron. También han matado a tres primos, y él teme ser el siguiente.

“Se los dije cuando pedí asilo, no me creyeron y me deportaron. Esa vez me torturaron en Guatemala. Pero al gobierno no le importa lo que nos pase”, se lamenta.

Dice que está cansado de pedir protección y una oportunida­d de estar legalmente en el país.

“Ya no aguanto otro día más de estar encerrado, sufriendo tantas humillacio­nes por parte del gobierno. Creo que les daré el gusto de que me manden a morir a mi país”, dice.l

“Hay una pobreza inmensa que obliga a los guatemalte­cos a huir y venir a Estados Unidos a buscar el Sueño Americano. Si bien aquí también pasan penas, no se comparan con las de Guatemala”. Rosa Posadas

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