Mercedes Molina
En la esquina de la calle 115 y la avenida Park, en East Harlem, se encuentra uno de los tesoros culturales más importantes que guarda la Nueva York de antaño. Ahí, en medio del vaivén de trenes y vehículos, del olor a comida caribeña, y del sonido de la salsa boricua, descansa el alma de esta comunidad: La Marqueta.
Ubicada en pleno corazón de El Barrio, una de las comunidades hispanas con más historia en la Gran Manzana, este mercado público ofrece un recorrido de tradiciones que “no puede ser reemplazado por las nuevas tecnologías”. Al menos así lo resume Mercedes Molina, una artista especializada en muñecas hechas a mano, muchas de ellas cargadas de una profunda expresión latinoamericana.
Hace cuatro años Molina se convirtió accidentalmente en la curadora de arte de este espacio, creado en 1934 debajo del viaducto de la avenida Park entre calles 111 y 119, mientras exponía su obra en una de las ferias abiertas que se realizan habitualmente en La Marqueta.
“Yo llegué de invitada y me convertí en dueña”, dijo Molina jocosamente mientras se prepara para comenzar su jornada laboral. A su lado trabaja Susy Sánchez, una artista puertorriqueña que llegó hace 10 meses a la ciudad, luego de huir de la isla tras los destrozos del huracán María y estar viviendo en un refugio por varios meses.
“Yo llegué en noviembre del año pasado con mis dos hijos y la curadora de este espacio, Mercedes Molina, me cedió un puesto aquí para yo poder trabajar y vender mi arte”, apuntó Sánchez, quien lleva 16 años creando joyería a base de caracoles y materiales reciclables.
La familiaridad en La Marqueta inunda los pasillos de «Aquí viene gente de todas partes, no solo de El Barrio, si no tanto gente que viene buscando conectarse con sus raíces latinas como otros de cualquier parte». camaradería latina. Mientras Molina y Sánchez comparten un almuerzo, al fondo la salsa de El Gran Combo de Puerto Rico se mezcla con la música afrocaribeña y la bandera