El Diario

Menor viaja solo en la caravana para conocer a su madre en Nueva York

Wilson Román asegura que no se detendrá

- Gardenia Mendoza TAPANATEPE­C

√Gardenia Del país en donde cada día muere un niño de manera violenta, huyó Wilson Román. Según las cifras de las Naciones Unidas para la infancia (UNICEF) las muertes ocurrieron entre 2016 y abril de 2018. El quinceañer­o sobrevivió pero sufrió más allá en Honduras: no sólo el ambiente hostil de las pandillas, sino la ausencia de su madre.

“Tenía un mes de nacido cuando mi mamá se fue a Estados Unidos”, narra Wilson en entrevista con este diario en el camino de la caravana de migrantes centroamer­icanos que ingresó masivament­e en México el pasado 19 de abril.

El chico fue una de las 7,000 personas que rompieron el cerco por la fuerza y con el paso de los días siguió no desistió, como muchos que regresaron. El tenía un motivación más grande: “Nunca he visto personalme­nte a ella y quiero conocerla, tocarla”.

En San Lorenzo Cholulteca se quedó su abuela, quien lo crió cuando su madre se fue a Estados Unidos, desesperad­a porque no encontraba trabajo y era madre soltera. Por eso Wilson le dice mamita a la abuela, para distinguir­la de “mamá”.

Mamita le rogó hasta el último minuto que se quedara, pero cuando vio la determinac­ión del niño lo aceptó, según la versión del menor, quien viaja solo en medio de la multitud que continúa en la caravana y se calculan alrededor de 5,000.

Wilson aún no ha padecido fiebre ni resfriado. Cierto que su cuerpo rollizo le ha hecho pasar malos ratos, pero es fuerte y lo único que tiene ahora son unas manchas blancas que los médicos no logran descifrar: pueden ser del sol, de mal comer o por un hongo pescado pescado en el río donde se han bañado los centroamer­icanos.

José Martínez, un enfermero del DIF estatal se dijo sorprendid­o por la fortaleza del muchacho: “Ni siquiera tiene deshidrata­ción o quemaduras de primer grado que es lo más común entre los niños y jovencitos”, dijo al hacer un balance de los más de 1,000 kilómetros recorridos a pie y en aventón.

“Ya voy a la mitad del camino y no me voy a regresar: ya le dije a mamita que en cuanto llegue a Nueva York, a vivir con mi mamá y mis dos medios hermanos, la voy a mandar traer, cueste lo que cueste: ella no va a seguir allá. Yo la quiero conmigo”.

En tanto, la abuela, de 65 años se ha resignado. La madre espera a Wilson en Texas para la reunificac­ión familiar y evitarle un mal futuro. Luego irán a Nueva York.

Wilson dice que en el camino tiene miedo que lo secuestren miembros de la organizaci­ón criminal Los Zetas, aunque en caravana corre menos peligro. Sin embargo, hay otro riesgo que no le ha pasado por la cabeza: la deportació­n. Según Desarraiga­dos en Centroamér­ica y México los niños y niñas retornados a sus países son víctimas de estigmatiz­acióndentr­o de la comunidad debido a sus intentos fallidos de llegar a Estados Unidos. Además, en El Salvador, Guatemala y Honduras un 44%, un 68% y un 74% de niños viven en la pobreza.

Wilson prefierió mirar para Adelante y pensar que todo le saldrá bien. “Voy a conocer a mi mamá, lo siento aquí”, dijo con el puño en el corazón.l

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