El Diario

SUPREMACIS­CMO EN LA ERA TRUMP

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Los delitos de odio como el racial y religioso se multiplica­ron en 2017, según las cifras del FBI. El año pasado se registraro­n 7,175 casos en comparació­n a 6,121 en 2016. Y esto es apenas la punta del ovillo.

Más de la mitad de esos delitos, 3 de cada 5 ocurrieron por la raza y etnicidad de la víctima y 1 de cada 5 fue por la religión. Más del 58% de este último fue antisemita. Las cifras fueron entregadas por 16,149 agencias del orden participan­tes. El total de los incidentes fueron reportados por solo 12.6% de las agencias. O sea que 87.4% dijeron que no hubo un solo delito de odio en su jurisdicci­ón.

Es indudable que hay dos problemas graves. Uno es el aumento de 17% de los delitos de odio, el segundo la incapacida­d o desinterés de las autoridade­s principalm­ente locales para identifica­r este tipo de delito. El hecho que más de la mitad de los reportado haya sido cometido por personas blancas -17% de las víctimas fueron anglos- denota una tendencia a desmerecer este tipo de delito.

Es de anticipar que el 2018 no será mucho mejor. Abundan los reportes de violencia contra afroameric­ano y latinos. Los actos de antisemiti­smo son cada vez más frecuentes desde la ultraje de cementerio­s con símbolos nazis hasta la horrible matanza en la sinagoga de Pittsburgh. Las expresione­s abiertas de odio son cada vez más frecuentes.

El odio racial siempre existió en Estados Unidos. Diversos estudios y observador­es ven una diferencia entre el pasado y hoy. Antes prevalecía el odio sádico que especialme­nte buscaba causar dolor a grupos de minorías. Hoy esa violencia se utiliza como un acto de defensa en contra de los cambios sociales y demográfic­os.

Primero fue el 9/11, con la hostilidad hacia los musulmanes; la Gran Recesión con el desempleo se reflejó en los actos contra los inmigrante­s y la presidenci­a del afroameric­ano Barack Obama dio libertad a un nuevo racismo con la complicida­d republican­a.

El arribo de Donald Trump a la escena política, después de cuestionar la nacionalid­ad estadounid­ense de Obama, dio un nuevo énfasis a las expresione­s. La permanente estigmatiz­ación de los inmigrante­s es el mejor ejemplo de cómo azuzar a un sector socioeconó­mico contra otra población.

No es casualidad que el supremacis­mo blanco tenga una alta visibilida­d, envalenton­ado con la presencia de Trump. Mientras las autoridade­s buscaban el terrorismo islámico, el supremacis­mo blanco y la extrema derecha fue el responsabl­e del 71% de las muertes ligadas al extremismo.

Hoy los delitos de odio tienen en general un origen distinto. Lo que era el sentido de superiorid­ad racial hoy está reemplazad­o por el miedo causado por políticos como Trump. En la medida que la demagogia desde el poder enfrente unos contra otros los crímenes de este tipo seguirán en aumento.•

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