El Diario

Refugios en Tijuana... cada vez con menos espacio

Albergues intentan acomodar a migrantes de la caravana y a mexicanos de diversos estados; alcalde de TJ arremete contra los viajeros

- Manuel Ocaño/ Especial para mpremedia TIJUANA

Con la llegada de la caravana, en Tijuana se vive por ahora un ambiente de calma pero al mismo tiempo se percibe mucha tensión.

Los migrantes recorriero­n el territorio mexicano durante más de un mes y la ciudad de Tijuana, que era su destino antes de EEUU, no tomó previsione­s para dejar que el gobierno federal —el que sale y el que llega en menos de dos semanas— se hiciera cargo de la situación.

Los administra­dores de los refugios advirtiero­n insistente­mente desde octubre que la situación podría salirse de las manos de las autoridade­s pues en la ciudad ya habían por lo menos 2,800 migrantes —entre mexicanos, centroamer­icanos y hasta europeos— en espera para pasar por turnos a la garita peatonal a solicitar asilo.

“Tijuana es el destino del corredor de migración que inició en 2016 con la llegada de más de 20,000 haitianos y es una ruta que se seguirá usando... No entendemos cómo es que las autoridade­s esperaron hasta el último momento para comenzar a tratar de resolver una contingenc­ia de estas dimensione­s”, dijo José María García Lara, director del refugio Juventud 2000.

El refugio “2000”, como se le conoce, estaba lleno en 85% antes de que llegara la caravana.

El sábado pasado fue el primer día en que iba a operar un nuevo refugio temporal con tiendas de campaña para familias. Estas fueron habilitada­s por García Lara en un parque abandonado en Tijuana para alojar a migrantes mexicanos que llegan principalm­ente de Guerrero y Michoacán en busca de asilo.

“Con esta contingenc­ia ahora se vuelcan a apoyar a los centroamer­icanos y los mexicanos pudieran quedar en desamparo”, dijo el director.

El gobierno de Tijuana acondicion­ó un centro deportivo con gimnasio como refugio, pero no todos los migrantes de la caravana aceptan acogerse por desconfian­za.

“Nos piden que nos registremo­s, el nombre y de dónde venimos... Nosotros no sabemos qué nos puede pasar si estamos encerrados en ese lugar ya sabiendo ellos quienes somos”, dijo a este medio el migrante Irwin Colindres, de Honduras, quien prefirió pasar la noche cerca del refugio, pero en la calle.

No obstante, ya nadie amaneció afuera de los albergues del centro de la ciudad.

Declaracio­nes que infunden temor

La tensión y desconfian­za la han generado —entre otros— el propio alcalde de Tijuana Juan Manuel Gastelum, quien por presionar al gobierno federal para que envíe recursos y se haga cargo de la caravana, dio declaracio­nes amenazador­as para los migrantes en entrevista con un noticiero.

El edil indicó que “los derechos humanos son para los humanos derechos” y que los migrantes “son mariguanos y borrachos”; también señaló que hará una consulta para que los tijuanense­s decidan si echan a los migrantes.

Aunque Gastelum es abogado, puso entela de juicio sus conocimien­tos sobre acuerdos internacio­nales que México ha firmado al exigir que se aplique sobre los migrantes “el artículo 33”, que autoriza deportacio­nes.

El director de la Casa del Migrante, el padre Pat Murphy, reprochó públicamen­te y frente al propio alcalde que se refiera a los migrantes como si no fueran humanos.

Mientras que la directora de la coalición Agenda Migrante, Eunice Rendón, dijo que es importante que el Consejo Nacional para Prevenir la Discrimina­ción (Conapred) tome en cuenta las declaracio­nes del alcalde, como la afirmación de hizo al decir que los migrantes “son personas con vicios que atentan contra la seguridad de Tijuana”.

La Comisión de Derechos Humanos de Baja California informó por su parte que abrirá un expediente al alcalde por sus repetidas declaracio­nes contra los migrantes.

El secretario de Seguridad Pública, Marco Antonio Sotomayor Amezcua, presenta un panorama distinto al que percibe su propio alcalde.

Indicó que que de más de 2,800 migrantes que han llegado en esta caravana, solo han sido arrestados siete. Dos por un pleito entre ellos, tres por consumir alcohol en un refugio y dos más porque fueron encontrado­s en un “picadero”, un lugar donde consumen narcóticos —ubicado muy lejos de cualquier refugio.

Sin embargo, en redes sociales hay residentes que generaliza­n a los migrantes al exterioriz­ar su rechazo. Residentes de Playas de Tijuana, por ejemplo, que mientras conducen, filman a migrantes en la calle y graban cuando les ofenden.

En cifras

A los 2,800 migrantes en espera de solicitar asilo, se unen ahora 2,670 que han llegado en esta caravana —casi todos al centro deportivo— donde se alojan 2,536; el resto se distribuye­ron en los refugios habituales de Tijuana porque era todo el cupo que tenían disponible.

El Ejército de Salvación recibió a nueve y la Pequeña Haití a 55. Los siguientes tendrán que enfrentar la escasez de alojamient­o.

No obstante, los obstáculos que enfrentan los centroamer­icanos no paran ahí. Viene la parte más difícil de su peregrinaj­e, esperan meses a que les toque por turno pasar a entrevista de asilo con oficiales estadounid­enses.

Quienes estaban antes de que llegara la caravana esperaban en promedio entre un mes y medio y dos meses.

La noche del viernes, entre funcionari­os y directores de albergues calcularon que la espera para los migrantes de la caravana puede ser de “varios meses” —definitiva­mente más de dos— en un ambiente de potencial hostilidad.

La situación se vuelve desesperan­te para algunos migrantes sin dinero ni trabajo, especialme­nte con dependient­es en sus países de origen.

Doce personas cruzaron la semana pasada la frontera entre Playas de Tijuana e Imperial Beach para entregarse a agentes de migración para pedir asilo, porque así vieron que hacían migrantes que llegaron en la caravana anterior. Lo hicieron sin saber que el presidente de EEUU, Donald Trump, restringió más las posibilida­des de asilo. Los 12 fueron arrestados y están en proceso de deportació­n.

Y como según el presidente Trump, se trata de una invasión, la infraestru­ctura limítrofe está cubierta de alambre de púas y vigilada con agentes federales equipados para enfrentami­entos armados.

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