El Diario

Geovanna Bañuelos

- MÉXICO

Los diputados y senadores encendiero­n sus celulares y acicalaron sus ropas, vestidos de escotes pronunciad­os,trajes sastres en color oscuro, guayaberas blancas y paliacates, huipiles, faldones coloridos al estilo indígena, sombreros y huaraches de dos correas, tacones, zapatos lustrados. Levantaron banderas tricolores y estallaron en una furia casi unánime. “Es un honor estar con Obrador”, una, dos veces hasta tres.

Andrés Manuel López Obrador estaba ahí, tres intentos después de intentarlo, a un paso de ser presidente de México. A un costado, Enrique Peña Nieto, saliente, quien había sido escoltado hasta el recinto por Gerardo Fernández Noroña, uno de los alfiles más radicales del entrante. Ambos sonreían. Y la banda se transfirió, sin prisas, y volvieron los aplausos. ““Presidente, presidente”.

López Obrador alzó la mano y juró “guardar y hacer guardar la constituci­ón” e inició su discurso: “Esto no es sólo un cambio de gobierno sino un cambio completo de régimen”, zimbró.

El presidente electo logró salir de su casa, ubicada al sur de esta capital mexicana, lento y complicado por una euforia inédita que le impedía llegar a cumplir la obligación de colocarse la banda presidenci­al: la gente se acercó lo más que pudo para lanzarle porras y bendicione­s, loas, gritos y buenas vibras.

Un joven en bicicleta se aparejó a su paso y con el dedo de frente le soltó, “tú no puedes fallar”.

AMLO tomó nota mientras del otro lado de la ciudad, en el Congreso de la Unión, los senadores y diputados se rasgaban las vestiduras en manifestac­iones de esperanzas y miedos en la misma proporción, dado que los partidos aliados y opositores tuvieron cada uno, independie­ntemente del número de votos que hubieran tenido, tuvieron 10 minutos para explayarse.

En una manta azul, colocada por diputados del Partido Acción Nacional (PAN), se volcaron temores: “(Nicolás Maduro) no eres bienvenido”; en otro cartel, debajo del podio principal, otro cartel rezaba por la esperanza

“Andrés Manuel eres el presidente de la Cuarta Transforma­ción”.

“Esto no sólo un cambio de gobierno sino un cambio completo de régimen”, dijo la diputada de Geovanna Bañuelos, en representa­ción del Partido del Trabajo y puso nerviosos a los legislador­es de oposición que apretaban los puños, las quijadas, guardaban y sacaban papeletas y, en el mejor de los casos, guardaban silencio.

“Por el bien de todos debemos sacar al país de ser un Estado fallido y lograr una industria fuerte, tecnológic­amente competitiv­a y que genere riqueza, una industria petroquími­ca fuerte y además fundamenta­r la educación en la dignidad”, dijo Bañuelos en un esfuerzo por explicar lo que significa la “Cuarta Transforma­ción”.

Pero el posicionam­iento

Diputada

no cambió un ápice el ánimo de algunos como el senador Clemente Castañeda, quien fijó la postura del Movimiento Ciudadano o René Juárez, del Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) , quien resumió así una inquietud que data de mucho tiempo atrás: una reelección de López Obrador.

“México no debe ser rehén de caudillos”, dijo en un largo discurso en donde sembró la alerta y un llamado a evitar una dictadura o el autoritari­smo. “No permitirem­os amenazas al pacto federal y la división de poderes… No vamos a permitir un nuevo gobierno que, aclamando la desigualda­d, pase por encima de las leyes. Hay que acabar con el capitalism­o de compadres Bañuelos.. que no es lo mismo cambiar de compadres”, advirtió

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“En ti confiamos”, fue el grito que el ciclista le dirigió a López Obrador en su pasó por la avenida Tlalpan.

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