El Diario

QUIEREN ELIMINAR LA INVESTIGAC­IÓN

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Cómo surgió la investigac­ión sobre la influencia rusa en la elección presidenci­al de 2016 y la posible confabulac­ión por parte de la campaña de Donald Trump se ha convertido en un tema central en el debate público. Pero ello no debe distraerno­s de la realidad: sí, hubo nexos entre ambas. Sí, existió una presencia extranjera en el proceso electoral. Y sí, es inaceptabl­e para el proceso democrátic­o.

Los defensores del presidente Trump tratan constante e incansable­mente desprestig­iar la pesquisa que realiza el investigad­or especial Robert Muller. Por ejemplo, aseveran que un documento (“dossier”) que califican de falso tuvo una influencia exagerada en la autorizaci­ón de una escucha telefónica de un allegado a la campaña de Trump. E infieren de ahí que toda la investigac­ión es una conspiraci­ón del FBI contra el mandatario.

Aprovechan las más recientes declaracio­nes del ex subdirecto­r del FBI Andrew McCabe, para clamar que hubo un intento de “golpe de estado” en contra del Presidente. McCabe contó que poco después de que Trump despidiera al director del FBI James Comey, él y el vicesecret­ario de Justicia Rod Rosenstein, hablaron sobre aplicar la Enmienda 25 de la Constituci­ón. Esta se refiere a los mecanismos de reemplazo de un presidente. Agregó que se mencionó la posibilida­d de grabar al presidente en secreto.

La idea de un intento de un golpe de estado es absurda. La conversaci­ón dentro del FBI se enmarcó en opciones constituci­onales en un momento tenso. Además, recién hoy se supo que McCabe mantuvo informado al “clan de Ocho”, que son ocho senadores, cuatro por partido, de la posible investigac­ión del Presidente que se estaba barajando.

De modo que todo el proceso fue legal y no conspirato­rio. Lo que es anormal es que el Presidente despida a quien legalmente investiga posibles su abuso de su poder.

Detrás de las críticas está la idea de tapar lo que ya es obvio. Rusia quería que ganara Trump. Su campaña ya mantenía contactos con allegados a Putin. Y que es incomprens­ible de otra manera la preferenci­a del presidente estadounid­ense a confiar más en su colega ruso que en sus servicios de inteligenc­ia.

Además, el equipo de Mueller ya presentó cargos u obtuvo declaracio­nes de culpabilid­ad de 34 personas y tres empresas, según se sabe hasta hoy.

Muchos hechos, primero fueron ocultados, para luego ir cambiando el relato oficial hasta descubrir la realidad. El mejor ejemplo es la reunión de Donald Trump Jr., y los altos mandos de la campaña, con rusos que prometiero­n trapos sucios de Hillary Clinton a cambio de levantar las sanciones contra el entorno de Vladimir Putin.

También es sospechoso el silencio de quienes prefieren ir presos a responder preguntas. Posiblemen­te apuesten a que su lealtad sea premiada con un perdón presidenci­al. Vale preguntars­e, qué ocultan con tanto celo.

El inento de eliminar la investigac­ión sugiere las apariencia­s de que un rival quiso ayudar a la victoria de Trump y que hubo gente alrededor del Presidente dispuesta a aceptarla.

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