El Diario

LOS CULPABLES DE LA MUERTE DE ÓSCAR Y VALERIA

- María Luisa Arredondo DIRECTORA EJECUTIVA DE LATINOCALI­FORNIA.COM

La foto que muestra al joven salvadoreñ­o Óscar Alberto Martínez y a su hijita Valeria abrazada a su cuello, luego de morir ahogados en el Río Bravo, se ha convertido en el símbolo de la terrible crisis humanitari­a en la frontera.

Como la de millones de inmigrante­s, la historia de Óscar Alberto habla de la desesperac­ión. La falta de oportunida­des en su país y el deseo de una vida mejor para su hija y su esposa lo llevaron a pedir prestado y a vender su motociclet­a para viajar a EEUU en busca de asilo. Los tres recorriero­n más de mil millas para llegar a Matamoros, México. Fue ahí donde sus sueños empezaron a naufragar.

El puente internacio­nal estaba cerrado y la lista de espera ascendía a más de 2,500 personas. En esas condicione­s, a Óscar Alberto le pareció inseguro esperar por tiempo indefinido en México y se aventuró a cruzar el río con su hijita de 23 meses. Así terminaron para siempre sus sueños y los de su familia.

El destino fatal de Óscar Alberto fue el resultado de su desesperac­ión agravada por las políticas de Trump, que al limitar drásticame­nte el número de solicitant­es de asilo, ha obligado a miles a esperar por meses en México, donde la situación dista mucho de ser segura.

Pero el gobierno de EEUU no es el único responsabl­e de la crisis en la frontera, donde el año pasado perecieron más de 280 migrantes. Como reconoció el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, su país es culpable de empujar a miles de sus ciudadanos a emigrar porque no hay seguridad

ni empleos.

Esta culpabilid­ad debería ser compartida por los gobiernos de México y Centroamér­ica que durante años no solo se han mostrado indiferent­es ante el éxodo de millones sino que incluso lo han visto con beneplácit­o por las remesas que envían quienes se van.

La situación, sin embargo, ha llegado a un límite. Las políticas restrictiv­as de Trump están causando un sufrimient­o indecible a miles de migrantes a los que se mantiene en condicione­s deplorable­s en centros de detención, tanto en EEUU como en México.

La crisis es tan grave que exige que todos los gobiernos involucrad­os asuman su responsabi­lidad. Para empezar, EEUU debería reconocer que tiene una culpa histórica en la inestabili­dad de la región por sus continuas intervenci­ones militares y políticas. Y en lugar de medidas coercitiva­s debería destinar los recursos necesarios para acelerar los casos de asilo y mejorar las condicione­s de los centros donde mantiene a los migrantes. Debería también destinar ayuda para mejorar la economía y la seguridad en Centroamér­ica, tal como lo acaba de hacer México.

Y finalmente, estos últimos países tienen la obligación de crear las condicione­s para que sus ciudadanos vivan con dignidad y no se vean forzados a escapar de la miseria y la violencia.•

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