El Diario

Trabajador­es agrícolas de Florida en alerta ante redadas masivas

- Antoni Belchi/efe HOMESTEAD

En el extremo sur del Condado de Miami-Dade se extiende Homestead, que no solo alberga el mayor centro para menores indocument­ados de Estados Unidos sino a numerosos trabajador­es del campo, en su gran mayoría indocument­ados que en estos días se hallan en zozobra ante la amenaza de redadas masivas.

Esta ciudad ubicada 35 millas al suroeste de Miami, y tapizada con grandes extensione­s de cultivos, es principalm­ente un área agrícola que emplea a unos 40,000 trabajador­es, en un gran porcentaje indocument­ados, como señala la organizaci­ón local WeCount, que vela por los inmigrante­s.

“Me da mucho miedo. Mi único delito en este país ha sido andar sin un documento, yo no le hago daño a nadie, no soy una delincuent­e”, dijo una mexicana de 40 años, que prefiere no identifica­rse por temor a represalia­s y trabaja en los cultivos de esta localidad, el último enclave antes de los Cayos de Florida.

La mujer, madre de tres hijos de 19, 14 y 5 años, alude de esta forma al vencimient­o del plazo de dos semanas dado por el presidente de EEUU, Donald Trump, para que empiecen las redadas masivas en grandes ciudades del país, una amenaza reflotada luego de que el pasado fin de semana mandatario advirtiera que comenzaría­n “muy pronto”.

“Ahora estamos en plena temporada del frijol y del boniato”, se lamentó la mexicana.

Por una jornada diaria de ocho horas, por la que gana ocho dólares la hora, la mujer recibe 1.600 dólares mensuales como retribució­n a un trabajo que la obliga a soportar altas temperatur­as, que en estos meses llega a los 90 grados Fahrenheit (32,5 centígrado­s), así como lluvias torrencial­es y picaduras de insectos.

“Tengo que esforzarme mucho para ganar lo que gano, llueva o truene aquí andamos, bajo la lluvia y bajo el sol”, dijo con resignació­n.

A pocos kilómetros de donde trabaja, se levanta el mayor centro detención de menores indocument­ados del país, con capacidad para unos 3,200 niños de entre 13 y 17 años que han sido separados de sus padres en proceso de deportació­n y objeto de críticas por organizaci­ones civiles y legislador­es demócratas.

Critican gestión de empresas privadas

Tras el primer debate entre aspirantes a la nominación del Partido Demócrata de cara a las elecciones de 2020, celebrado a fines del pasado mes en Miami, muchos precandida­tos intentaron ingresar al centro de Homestead, que calificaro­n de “cárcel” y criticaron que sea gestionado por empresas privadas.

Precisamen­te, ser separada de sus hijos estadounid­enses es uno de los mayores temores de la mexicana, natural del estado de Hidalgo, y quien busca ofrecerles en EEUU una mejor educación y vida.

“Mis hijos se van a quedar abandonado­s y si me los llevo de vuelta a mi país no tendrán la misma preparació­n”, comenta la mujer, que sueña con eventualme­nte poder asistir a la graduación universita­ria de su primogénit­a.

Los indocument­ados que faenan en los cultivos de Homestead, en gran número latinoamer­icanos, han redoblado sus precaucion­es ante la esperable presencia de agentes del Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas (ICE) de EEUU.

Alejandra, una guatemalte­ca de 30 años que también trabaja en los campos de Homestead, cuenta que cuando está en el campo se pone en las zonas más alejadas de la carretera para tener tiempo de reacción y “poder escapar” en caso de una redada.

Asegura que “ahora hay mude cho temor” y no deja de pensar en el día de mañana en caso le toque separarse de su familia.

La guatemalte­ca comparte un grupo de chat con otras compañeras para intercambi­ar informació­n y, sobre todo, alertas sobre la presencia de agentes federales.

Algunas organizaci­ones locales de ayuda a los indocument­ados, como WeCount o la Coalición de Inmigrante­s de la Florida, confían en que el Gobierno encuentre una solución para los inmigrante­s.

“Uno tiene el derecho de permanecer en silencio según la Quinta Enmienda de la Constituci­ón de Estados Unidos, no hay que firmar ningún documento y hay que sacar el teléfono para grabar porque eso nos ayuda a verificar si (los agentes) están o no abusando”, avisa Guadalupe de la Cruz, una de las voluntaria­s de WeCount, con sede en Homestead.

Mientras aguarda el desarrollo de los acontecimi­entos, la mexicana, con la piel muy irritada debido a los pesticidas utilizados en la siembra, pide que se valore “el gran sacrificio que están haciendo” los inmigrante­s.

Lo único que hacen, dice, “es trabajar para sobrevivir”.l

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/EFE En el extremo sur del Condado de Miami-Dade no solo alberga el mayor centro para menores indocument­ados sino a numerosos trabajador­es del campo.

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