El Diario

LA ESTRATEGIA DE TRUMP

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Lo que le falta a Donald Trump de conocimien­to general, le sobra de astucia política. Su ataque nativista al cuarteto de congresist­as demócratas es uno de los pilares en que se basa su reelección. La estrategia es crear una opción entre ellas, que quieren “destruir la nación”, y los patriotas que la quieren salvar como el Presidente.

Las congresist­as demócratas Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York, Ilhan Omar de Minnesota, Rashida Tlaib de Michigan y Ayanna Pressley, de Massachuse­tts, representa­n una nueva generación de voces progresist­as recién llegadas al Congreso. Sus victorias son el resultado de una visión más transforma­dora para los demócratas ante un gobierno conservado­r y tradiciona­lista con tendencias autocrátic­as.

No se las puede comparar como una versión demócrata del Tea Party. La camada de congresist­as republican­os que llegaron en 2010 a la Cámara Baja cambió la dinámica partidaria interna. Ellas tienen sus diferencia­s con la presidenta de la Cámara de Representa­ntes, Nancy Pelosi. Pero ni remotament­e tienen la influencia de los que

La misoginia del Presidente

No es casualidad que sean mujeres las personas que son el blanco específico de esta expresión. La misoginia de Trump se asoma por donde se lo vea. paralizaro­n en su momento al bloque mayoritari­o con su extremismo.

Eso no importa para Trump, como tampoco le interesa mentir para convertirl­as en el rostro de la traición y del enemigo. En el caso de Ilhan Omar el Mandatario no tiene inconvenie­ntes en decir que ella defendió a Al-Qaeda y que el grupo terrorista­s está cerca de su corazón. El Presidente coloca palabras en la boca de la congresist­a inmigrante y musulmana que nunca dijo, sabiendo que la peor acusación que se puede hacer contra una persona es decir que es simpatizan­te de los responsabl­es del 9/11.

Trump sabía que el poder del insulto racista lanzado desde el twitter, de que “se regresen de donde vinieron”, iba a llevar a que los demócratas salieran en la defensa de ellas y que el liderazgo republican­o iba a ser incapaz de criticarlo, sino que lo apoyaría. Que entraría en el juego de que lo importante no es lo personal -aunque Trump lo haga asísino sus propuestas políticas progresist­as. Lo progresist­a de algunos demócratas es un comunismo partidario para los republican­os.

Hace tres años el grito en los mítines de Trump eran “¡que la metan presa!” a su rival demócrata Hillary Clinton. Hoy es “que se vayan”. No es casualidad que sean mujeres las personas que son el blanco específico de esta expresión. La misoginia de Trump se asoma por donde se lo vea.

Una reelección se suele basar en los logros de un primer período de gobierno. El discurso en Carolina del Sur de Trump tuvo esa parte y promesas incumplibl­es como un seguro médico. No obstante, los ataques a los inmigrante­s, las caracteriz­aciones de los demócratas y el cuestionam­iento del patriotism­o de quien no esté de acuerdo con él son la pieza central de su discurso.

Trump necesita enemigos perfectos para definirse en una confrontac­ión. Si no los hay, los fabrica.l

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