TRUMP, MAL ADMINISTRADOR
El manejo administrativo de la labor gubernamental por el presidente Donald Trump está marcado por la inestabilidad. El continuo recambio, tanto en el gabinete como en la Casa Blanca, refleja un estilo personalista que dificulta la labor de las agencias federales.
Ese es un problema. El otro es la designación para su gabinete de personas que no creen en la función que deberían realizar sus departamentos, o que directamente se oponen la misma. Como ejemplo, el nombramiento de Eugene Scalia para el Departamento de Trabajo en reemplazo de Alex Acosta es otro caso de encomendar al lobo que cuide las ovejas.
Scalia hizo su carrera defendiendo empresas que no quieren pagar beneficios médicos o que quieren evitar responsabilidad por los accidentes de sus empleados. Se opuso a la norma de seguridad ergonómica y abogó por el derecho de los asesores financieros a promover las inversiones que les conviene a ellos y no a sus clientes. Es una designación que
sigue los pasos de un ejecutivo del carbón para cuidar medio ambiente y de un secretario de Energía que una vez propuso eliminar la agencia por inservible, entre otros.
Scalia llega con estos antecedentes en contra del consumidor y del trabajador con el encargo de desregular las protecciones laborales.
El presidente Trump prefiere la “flexibilidad” que le da que los funcionarios en las posiciones de gabinete sean interinos. No importa el daño que le puede causar a las agencias federales tener un líder que en vez de estar comprometido con su gente, depende de los caprichos presidenciales. Es preocupante que las áreas que requieren más solidez, como Defensa y Seguridad Interna, tengan jefes interinos.
Un reflejo de la falta de liderazgo es que el Departamento de Seguridad Interna, una prioridad presidencial, hoy está copado por nombramiento interinos y hayan pasado tres jefes del área en tres años de gobierno. La inestabilidad llevó a que en ese periodo haya habido nueve cambios en el gabinete entre los 15 que los integran.
Si de cambios se habla, por la Casa Blanca pasaron tres jefes de gabinete, asesores de seguridad y enlaces legislativos. el 74% de los puestos más cercanos al Trump cambiaron de mano y 33% de ellos dos veces o más, según el Instituto Brookings.
Es posible que el desorden tenga que ver con el estilo de liderazgo del mandatario basado en la lealtad, sin reciprocidad, que provenga de una empresa familiar donde no existe leyes internas ni normas constitucionales, o por su vanidad, tan vulnerable a la adulación del momento.
Lo cierto es que Trump quiere tener las riendas de una complicada estructura gubernamental como si fuera una empresa familiar, sin comprender que él mismo no es más que un empleado público temporario, a cargo de la continuidad del gobierno.•