El Diario

Manipulado­r

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El racismo y el prejuicio incitan a la violencia. Ese es un hecho a partir del que este país puede dictar cátedra con base en su turbia historia de esclavitud, segregació­n, linchamien­tos, persecucio­nes, falsas acusacione­s, discrimina­ción contra diversos grupos étnicos y, ahora, con un presidente que explota ese racismo como arma política y electoral.

El sábado en El Paso, Texas, el racista blanco Patrick Crusius disparó en una tienda Walmart con un rifle AK-47 matando a 20 personas e hiriendo a otras 26. El lugar elegido por este joven de apenas 21 años no fue casualidad porque, según él mismo escribió en un manifiesto, “este ataque es en respuesta a la invasión hispana en Texas”.

Pero el pobre diablo ni siquiera conoce su historia, pues sabría que Texas era territorio mexicano mucho antes que ser estadounid­ense. Y también estaría consciente de que, con su ataque, en muchos modos es “heredero” de quienes perpetraro­n miles de atrocidade­s contra el remanente de población mexicana en el siglo XIX y principios del XX a manos de la población blanca y sus entonces nuevas autoridade­s, linchando por igual a hombres, mujeres, niños o ancianos, todos de ascendenci­a mexicana, con el fin de aterroriza­r a ese grupo social porque, tal como hoy ocurre a nivel nacional con la retórica antiinmigr­ante oficial, no los querían ver más ahí.

Ese es un hecho del que se habla poco.

Muy pronto, las autoridade­s catalogaro­n la masacre de El Paso como un acto de terrorismo doméstico. El cómo

Lo más terrible es que tenemos un presidente que explota ese prejuicio con su retórica incendiari­a. adquirió esa potente arma con la que perpetró la matanza es también un tema que ha convertido a EEUU en una nación donde el odio racial siempre está literalmen­te con el dedo en el gatillo.

Trump y sus cómplices republican­os acudieron a Twitter a ofrecer huecas “condolenci­as”, algo que daría risa si lo que nos ocupa no fuera tan trágico. Su hipocresía no conoce límites, pero la retórica de odio y divisionis­ta ha quedado como marca registrada del trumpismo republican­o que los definirá para siempre.

“Invasión” es uno de los términos favoritos de Trump cuando habla de inmigració­n. Para él, los inmigrante­s son “criminales”, “violadores”; las minorías de color “deben regresar a los lugares de donde vinieron”, como dijo sobre cuatro congresist­as demócratas. Pero no se limita a los inmigrante­s o a los hispanos. Las ciudades de mayoría afroameric­ana, como Baltimore, Maryland, son lugares que en su opinión son “asquerosos” o “infestados de ratas y roedores”.

Pero el racismo y la defensa de la supremacía blanca no son enfermedad­es mentales. Son lo que defienden muchos de los seguidores de Trump, que lo aplauden a rabiar cade vez que un estribillo presidenci­al con el que ataca a alguien es vociferado en mítines de campaña para seguir manteniend­o el respaldo del racismo y la xenofobia.•

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