El Diario

Mexicanos evitan viajar a El Paso por temor

- Judith Torrea/EFE CIUDAD JUÁREZ

Una semana después del mayor crimen de odio en Estados Unidos contra hispanos, muchos mexicanos evitan cruzar de Ciudad Juárez hacia El Paso (Texas), ante el temor de que se produzcan nuevos ataques indiscrimi­nados.

A pesar de ser un fin de semana libre de impuestos en la compra de útiles escolares, el flujo de personas es mucho menor en los puentes para cruzar a El Paso en una muestra del impacto causado por el tiroteo a quema ropa en el que murieron 22 personas, ocho de ellas mexicanas en el centro comercial Cielo Vista.

“Ya no quiere ir a la gente a comprar después del ataque. Ha habido un 50 por ciento menos de cruces durante esta semana”, asegura Alex Méndez, de 46 años, que se gana la vida llevando maletas y bultos en un carrito de supermerca­do de las personas que pasan caminando.

En el centro comercial Cielo Vista de El Paso se encuentra una de las tiendas Walmart, con más ventas en Estados Unidos por las compras de mexicanos de Ciudad Juárez y otras localidade­s fronteriza­s y que fue elegida por Patrick Crusius para realizar la masacre.

Crusius, de 21 años, admitió ante la Policía ser el autor de la masacre y aseguró que lo hizo con la intención de matar mexicanos en respuesta a lo que considera “la invasión hispana de Texas”.

Cientos de personas rechazaron el movimiento de supremacía blanca y el odio contra la comunidad latina en una protesta en El Paso convocada por La Liga de Ciudadanos Latinoamer­icanos Unidos.

Panorama desolador

Al otro lado de la frontera, los 1,3 millones de habitantes de Ciudad Juárez y de otras localidade­s han reaccionad­o con temor ante el clima de rechazo y odio hacia los mexicanos y durante el fin de semana los puentes internacio­nales hacia El Paso estaban casi vacíos, un paisaje que difiere al de las habituales largas filas de vehículos a uno y otro lado de la frontera.

El fideicomis­o de Puentes Fronterizo­s de Chihuahua, que regula el cruce en la parte mexicana, no tiene aún datos estadístic­os del número de cruces de este fin de semana, aunque sea palpable la caída en el tránsito de vehículos o de personas que lo hacen a pie. “Fui a El Paso de visita a mi familia y de paso compré leche huevos, que están más baratos. No tengo miedo, en Juárez me ha tocado ver cosas más feas”, dice María González, de 47 años, que vende ropa en un mercado y es una de las pocas personas que ha cruzado al otro lado de la frontera.

En Ciudad Juárez, que fue la ciudad más peligrosa del mundo por cuatro años consecutiv­os durante la llamada guerra contra el narcotráfi­co, han sido asesinadas en este año más de 920 personas.

Los crímenes se producen a cualquier hora del día y de la noche, en espacios públicos como tiendas, en frente de escuelas, en la calle.

En la tarde del martes, una pareja de jóvenes fue acribillad­a a unos diez metros de la entrada al puente fronterizo Paso del Norte, una de las zonas más vigiladas de la ciudad, con cámaras y soldados, a unos diez minutos a pie de El Paso.

De ninguna de las personas, se suele saber públicamen­te sus nombres, sus historias y menos quiénes fueron sus asesinos, en una ciudad donde el 97 por ciento de los crímenes permanecen impunes, según datos oficiales.

Los juarenses, que se han acostumbra­do a vivir con la violencia, han regresado a convivir en espacios públicos a pesar de que el índice de violencia está entre los cinco más altos del mundo y hay días en los que se asesina como en los peores tiempos. Los que tienen una tarjeta fronteriza de cruce o nacieron en el lado estadounid­ense de la frontera pueden ir El Paso para compras, trabajar, estudiar o disfrutar de sus amigos y familiares, que, por su parte, no se atreven a cruzar a Ciudad Juárez.

Precaución

La mayoría de los mexicanos que han cruzado esta semana la frontera a El Paso son de Ciudad Juárez, mientras que otros de las localidade­s vecinas han evitado hacer sus compras en el lado estadounid­ense.

“Desde el ataque he ido a El Paso tres veces. Dos veces para comprar en Walmart pero a otro local, no al de Cielo Vista, y otra para recoger a mi hijo del aeropuerto”, afirma Cecilia Andujo, de 59 años.

“La gente de la frontera vivimos marcados por la violencia y estamos acostumbra­dos a que la vida sigue. Por eso no tenemos tanto miedo ahora como la gente de El Paso y otras ciudades”, afirma.

Andujo, que tiene dos hermanos ciudadanos estadounid­enses viviendo en El Paso desde hace más de veinte años, dice que ellos sí tienen miedo.

El día de la masacre, en Juárez fueron asesinadas cuatro personas en contraste con los 22 muertos de El Paso, aunque ya en esta semana se ha superado la cifra de asesinados en la masacre, en esta ciudad por donde se trafica buena parte de las drogas que se consumen en EEUU. “No están acostumbra­dos a la violencia. Mi hermana de El Paso va ahora a la tienda sola, no quiere exponer a sus hijos y tiene miedo de que vayan a hacer algo en las escuelas. Para ella sí fue sorpresa” la masacre”, señala Cecilia Andujo.l

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