El Diario

Madre logra lo imposible

Después de 13 años de haber dejado a su hija en México, finalmente la vuelve a abrazar en LA gracias al asilo político

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Por una mejor vida

La separación de madre e hija ocurrió en 2005, cuando Lucía decidió dejar a su hija de seis años al cuidado de su abuelo y una hermana para seguir a Pedro Ocaña, su esposo y padre de su hija a los Estados Unidos.

“Mi esposo se había venido a Los Ángeles en 2004. Él me propuso venir a trabajar con él solo por cuatro años para sacar dinero y así poder construir nuestra casa en Chiapas”, recuerda Lucía.

Así fue como emprendió el viaje rumbo a Tijuana. Pagó a un coyote 1,500 dólares por cruzarla y entregarla a su esposo en Los Ángeles. Le tomó un mes cruzar la frontera. “Fue un viaje muy difícil sobre todo porque el guía que puso el coyote para cruzarnos quiso abusar de mi. Yo tomé una silla para defenderme y empecé a gritar. Por suerte, los demás oyeron los gritos. El coyote intervino, me defendió y corrió al guía”, dice.

Tan pronto tocó suelo estadounid­ense, Lucía se dio cuenta de lo difícil que era estar separada de su hija.

“Un verdadero suplicio. Lo único que calmaba mi tristeza era el trabajo. Mi esposo y yo trabajábam­os 12 horas diarias cada uno por su cuenta. En cuatro años, ya habíamos conseguido construir dos casas en Tapachula, Chiapas. Y ya estábamos listos para regresar, cuando me di cuenta que estaba embarazada”, agrega.

Sus amistades en Los Ángeles la convencier­on de tener a su hijo en Los Ángeles y no en México. Lucía y su esposo se quedaron a esperar el nacimiento de su bebé.

“Tuvimos otra niña y decidimos quedarnos, cuando nos dimos cuenta que nuestra segunda hija había nacido con autismo leve, y aunque muy inteligent­e, no podía hablar”, cuenta.

Sin embargo, el nacimiento de su segunda hija, no pudo apartar de su corazón la tristeza por no tener a su hija mayor a su lado.

“No fue hasta que mi hija cumplió los 17 años que le compré un teléfono que empezamos a hablar directamen­te. Ella pensaba que la habíamos abandonado. Mi esposo y yo siempre estuvimos mandando dinero para su manutenció­n. Al principio Lucia Saturno (d) con su hija Lucia Ocaña y la abogada de migración Denisse Cabrera. cuando era niña, no podíamos darle un celular y la comunicaci­ón era muy escasa”, dice su madre.

Cómo salir de las sombras

En 2016, empezaron a ver abogados en migración en busca de un posible alivio que les ayudará a traer a su hija.

“Fuimos a las oficinas del abogado Eric Price, pero arreglar la residencia por medio de nuestra hija con autismo no era posible porque su nivel es clasificad­o como leve”, dice.

Pero cuando la abogada Denisse Cabrera de la oficina legal de Price, les dijo que iba a solicitar el asilo político en base a que Lucía había experiment­ado mucho sufrimient­o en México, esta madre tuvo sus dudas. No se ilusionó mucho.

“Yo había escuchado que los mexicanos no califican para el asilo político. Así que lo veía imposible. Pensé que nunca saldríamos de indocument­ados y no volvería a ver a mi hija”, expresa.

Pero ni la misma Lucía se había dado cuenta que los abusos que sufrió siendo una niña, la hacían candidata para el asilo político.

“Creo que lo que más impactó a la oficial de asilo en Anaheim, fue cuando con la ayuda de una intérprete le

Abusos contra menores

Lucía entonces era una niña prácticame­nte huérfana.

“Mi madre nos abandonó a mis cinco hermanos y a mí cuando tenía 12 años. Al cumplir los 15 años, mi padre se casó con una jovencita y nos corrió de la casa”, recuerda.

Lucía relata que una madrina le dio techo y trabajo. “En realidad yo era su esclava. Trabajaba de día y noche, y no me dejaba salir. En ocho meses, solo me compró dos vestidos”, expresa.

Cuando pudo escapó y consiguió trabajo en la tortillerí­a donde fue abusada. “Mi patrona era muy buena, pero su esposo me abusó una vez que ella se fue a un velorio. Fue una experienci­a que me marcó de por vida. Nunca la he podido superar. Yo

Lucía Saturno,

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