El Diario

Las manicurist­as, un caso aparte

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Sonia Morales no pudo testificar el miércoles en la comisión del Senado porque tuvo que trabajar. Esta manicurist­a mandó su declaració­n sobre los efectos de la gig economy en un trabajo en el que lleva 20 años y en el que en muchas ocasiones ha cobrado por comisión en vez del salario que le correspond­a.

“Trabajamos 10 u 11 horas sin descanso, dividimos el costo del servicio con el dueño, si no hay clientes no ganamos dinero”, explicaba. El precio y el horario lo fijan los dueños del salón y no tiene días por enfermedad. “Necesitamo­s un sistema claro que nos garantice una clasificac­ión adecuada con derechos básicos laborales”, pedía. María Hernández, otra manicurist­a mandó también su queja por las condicione­s que también se viven en las plataforma­s en la web en la que se ofrecen los servicios. Ella trabajó para una y dijo que se gastaba lo que ganaba en el quiropráct­ico por los problemas de salud que tenía por carecer del equipamien­to necesario para trabajar a domicilio”. “En la web la empresa fija precios, asigna citas y asegura los pagos”, describía Hernández. La senadora Savino, al conocer que estas empleadas-porque mayoritari­amente son mujeres además de inmigrante­s-cobraban en muchos casos a comisión no pudo contener su frustració­n. “Esto es ridículo”, dijo no lo suficiente­mente lejos del micrófono visiblemen­te enfadada.

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