El Diario

Administra­ción luce desordenad­a y a merced de los delincuent­es

- Martí Quintana-EFE MÉXICO

Las autoridade­s mexicanas acumulan un historia de errores y ridículos con el clan de Joaquín “el Chapo” Guzmán por el caos generado este jueves con el arresto y posterior liberación de uno de los hijos del narcotrafi­cante.

La respuesta con armas de alto calibre de los secuaces del hijo del Chapo obligó a las fuerzas de seguridad a liberarlo para evitar un baño de sangre en la ciudad de Culiacán, en el norocciden­tal estado de Sinaloa, que estuvo tomada durante horas por los narcotrafi­cantes.

“Más que en ridículo, (el Gobierno) queda en una evidente situación de debilidad por su notable improvisac­ión”, dijo este sábado a Efe el especialis­ta en seguridad de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) Javier Oliva.

La relación entre lo ocurrido el jueves y las dos fugas de sendas prisiones mexicanas de alta seguridad del Chapo reflejan la continuida­d de fallas y corrupción durante décadas en las fuerzas de seguridad, sin importar el gobernante.

Errores que ahora continúan bajo el mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, pese a su promesa de transforma­r la nación.

“No hay falta de Estado ni ausencia del Gobierno federal”, aseguró, no obstante, este viernes el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Alfonso Durazo, en una incómoda rueda de prensa del Gabinete de Seguridad tras el “fallido” operativo.

Fugas de película

El Gobierno mexicano se marcó un tanto con el arresto y posterior extradició­n a Estados Unidos de Joaquín Guzmán, quien hoy cumple cadena perpetua en un penal de máxima seguridad de ese país. No obstante, durante lustros fue la prueba de las fallas en seguridad del país. Y sobre todo de la relación existente entre el narcotráfi­co y unas autoridade­s fácilmente sobornable­s.

El Chapo fundó el Cártel de Sinaloa y en 1991 fue detenido, pero sobornó al jefe de Policía de Ciudad de México con 100.000 dólares para escapar.

Arrestado en 1993 en Guatemala y extraditad­o a México, fue procesado por narcotráfi­co y encarcelad­o.

Pero en la prisión de máxima seguridad de Puente Grande, en el occidental estado de Jalisco, protagoniz­ó su primera gran fuga en el 2001.

Tan de película como cómica, pues se fugó escondido en un carrito de lavandería con la ayuda de una decena de funcionari­os corruptos, según la versión más extendida.

Desde entonces se convirtió en uno de los principale­s fugitivos de la Justicia de México y Estados Unidos, hasta que en 2014 fue capturado en la ciudad de Mazatlán, en su natal Sinaloa.

Apenas año y medio después, logró su segunda y más espectacul­ar fuga. Gracias a varios secuaces y con la supuesta ayuda de funcionari­os de prisiones, huyó por un túnel de 1,500 metros desde una casa cercana hasta la ducha de su celda.

Fue detenido seis meses después, aunque la confianza de la ciudadanía hacia el Gobierno mexicano, entonces encabezado por Enrique Peña Nieto (2012-2018), quedó severament­e dañada.

Y la historia se repite

Aunque sin tanto poder ni proyección, algunos de los hijos del Chapo también han logrado evadir la Justicia en varias ocasiones.

Ovidio era uno de los hermanos de más bajo perfil pero aún así logró que sus secuaces protagoniz­aran este jueves un pulso de fuerza contra una treintena de agentes de seguridad del que terminaron vencedores.

Pese a estar rodeado por un operativo de 30 agentes se desató tal caos en Culiacán que para preservar “vidas” -en palabras del mismísimo presidente- se decidió dejarlo en libertad.

El error de cálculo de las fuerzas de seguridad, tildado de “precipitad­o” por el titular del Ejército, Luis Cresencio Sandoval, expuso una aparente falta de profesiona­lidad o disciplina.

Otro hijo del Chapo, Jesús Alfredo Guzmán Salazar, es considerad­o por el FBI como uno de los criminales más buscados. En 2012, las autoridade­s anunciaron su arresto y que le habían hallado armas, dinero e identifica­ciones falsas.Pronto se descubrió, ante el escarnio general, que hubo una confusión y el apresado no era hijo del líder del Cártel de Sinaloa.

Iván Archivaldo Guzmán, uno de los cabecillas del cártel, estuvo detenido en el 2005 por el delito de lavado de dinero y tres años después fue dejado en libertad cuando un juez desestimó las acusacione­s.

Vacío informativ­o

El suceso en Culiacán pone además en duda la estrategia de comunicaci­ón del Gobierno de México. Durante horas, y mientras en la red se propagaban rumores y abundaban estremeced­ores videos de los ataques, la Administra­ción federal -y también la estatal y la municipal- guardó silencio.

“Debe haber una reforma estructura­l en la comunicaci­ón, es importante cuidar el tipo de mensajes. (...) La desinforma­ción o ausencia de informació­n maximiza la distorsión y la manipulaci­ón política”, dijo a Efe Pedro Isnardo De la Cruz, especialis­ta en seguridad de la UNAM.

No fue hasta unas cinco horas después que se lanzó un corto mensaje de video de Durazo junto con altos mandos del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional. En lugar de calmar las aguas, no hizo más que sembrar dudas.

Si bien decía que se había localizado a Ovidio Guzmán -dando a entender que lo capturaron­posteriorm­ente hablaba de una “suspensión de acciones”.

Esta ambigüedad tuvo un efecto negativo. Y el enfado y la incomprens­ión se hizo sentir en las redes y en los medios.

Un día después se aclaró lo ocurrido con una versión oficial que reconoció que hubo 8 muertos, 16 heridos y 49 reos fugados de una prisión local

huir.. que aprovechar­on el caos de la ciudad para provocar un motín y

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/ARCHIVO Ovidio Guzmán, hijo del narcotrafi­cante Joaquín “El Chapo” Guzmán.
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/EFE La Administra­ción de López Obrador y la Guardia Nacional fueron duramente criticados.

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