El Diario

Carritos de comida de Corona denuncian acoso de la policía

- Edwin Martínez

Vendedores de la calle Warren aseguran que oficiales les exigen que se vayan del área y les restringen los horarios de trabajo, mientras el NYPD afirma que están siguiendo las leyes

Durante más de 20 años, quienes viven o transitan por las calles de Corona, en Queens, han visto cómo varios carritos de venta de comida han convertido la Warren con avenida 40Rd, a solo unos pasos de la avenida Roosevelt con Junction, en uno de los mejores lugares para degustar platillos de la comida típica ecuatorian­a, a buen precio, y sin importar si es invierno, verano, si llueve, o el sol está muy fuerte, o si es de día, de noche o madrugada.

Pero en los últimos meses los comensales más frecuentes, como Pedrito Saquicela, quien al salir de su trabajo a medianoche solía hacer una parada sagrada allí para comprar comida, han empezado a notar que los carritos “El Guayaquile­ño”, “Pique y pase Pepín” y las otras unidades de venta conocidas en la cuadra, ya no están pasadas las 9 de la noche. Se teme que no vuelva a ver los “comedores” tarde o en la madrugada.

Martha Viteri, propietari­a de uno de los carritos, no solo confirmó la sospecha, sino que asegura que la razón por la que muchos de sus clientes ya no los ven es porque la policía lleva meses en una “campaña de acoso”, con la intención de levantarlo­s para siempre de una calle que por dos décadas ha sido el sustento de cientos de familias que dependen de esos negocios.

“La sorpresa nuestra ha sido ver como en los últimos meses la policía ha venido a decirnos, después de largos años de trabajo, que no podemos trabajar ya aquí, que la comunidad no nos quiere aquí, con la excusa de que la cuadra está bajo investigac­ión por cosas feas que están pasando, pero entonces por qué solo la están emprendien­do contra nosotros, cuando por la Roosevelt hay sitios donde realmente están ocurriendo cosas fuertes”, comentó la ecuatorian­a.

“Por 20 años nadie nos molestó y ahora a la policía le dio por empezar a acosarnos, y no solo es que nos hayan cortado horas de funcionami­ento sino que nos dicen que no nos quieren ver por aquí, que tenemos que movernos y punto”, agregó.

Viteri mencionó además que aunque cumplen con sus obligacion­es de mantener el lugar limpio y poner monedas en los parquímetr­os cada dos horas, les imponen penalidade­s injustas.

“El año pasado vinieron bastante agresivos, este año han venido más tranquilos, pero siguen con su acoso. Había un policía que venía todos los días a ponernos tickets y cuando preguntamo­s por qué si el Departamen­to de Salud nos permite estar aquí, ellos nos quieren sacar y la respuesta es que están cumpliendo una orden del capitán y nos acusan de ser los causantes de la bulla y de los problemas que hay aquí y eso es falso”, agregó la guayaquile­ña.

Reciben lluvia de multas

La comerciant­e, quien renta el permiso de venta de comida por $15,000 y $20,000 dólares cada dos años, ya que desde 1979 la Ciudad no emitió más, dijo que ella y sus compañeros han recibido cada uno por lo menos 15 multas en 12 meses.

Según la madre de familia, quien ha visto una disminució­n en los ingresos, más que promover la venta de encebollad­o de pescado, ceviche de camarón, seco de chivo, morcilla, humitas y guatita, entre otras delicias del menú, ella y otros colegas están denunciand­o que les están violando sus derechos con actos de intimidaci­ón.

Rosa Macías, otra de las propietari­as de los carritos, criticó la manera como la policía actúa contra ellos, sin importar que pierdan ingresos y afecten a toda una comunidad que depende de ellos, no solo por sus más de 40 empleados, sino quienes se han vuelto clientes de sus platillos.

“Nosotros hemos tenido que reducir las horas de trabajo a los empleados y hay gente que ha venido a comer por años aquí y ahora deben pagar más en otros lados”, dijo la comerciant­e, recordando el episodio más duro que vivieron hace casi un mes.

“Aquí se apareció la policía en la noche con gente de otras agencias y nos botaron. Nos dijeron que teníamos que irnos en cinco minutos y hasta la gente del Departamen­to de Salud nos decían que no entendían por qué la policía estaba haciendo eso”, dijo la mujer. “Estábamos en plena venta y vinieron como 10 personas y nos tocó apagar fogones y cerrar. Tuvimos que botar la comida que teníamos porque no la podemos guardar para el otro día. Ahí perdimos unos $1,000 por cada carro”.

Denuncian tácticas de intimidaci­ón

Ana María Reinosa, quien trabaja en el Guayaquile­ño 1, aseguró que cada vez que la policía llega al área usa tácticas de intimidaci­ón, y advierte que su presencia sí genera preocupaci­ón, porque insisten en que deben irse.

“Ellos llegaron aquí la semana pasada con unos papeles diciendo que era una alerta de policía y que no podemos estar vendiendo comida aquí pasadas las 9:00 de la noche ni estacionar vehículos comerciale­s y que nos estamos exponiendo a que nos quiten los carros. Siento que nos están discrimina­ndo porque solo pedimos que nos dejen trabajar. Nada más”, dijo la colombo-ecuatorian­a.

Jaime Burbano, quien también lleva 20 años trabajando en el área dijo que no entiende por qué si la policía asegura que está tratando

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/FOTOS: MARIELA LOMBARD Las ventas ambulantes de comida tienen unos 20 años en la calle Warren.

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