El Diario

“El sexo se convierte en un espacio común”

Mateo Sancho, autor de ‘Nueva York de un Plumazo’, habla de las experienci­as de ser inmigrante, hispano y gay

- Liseth Pérez-Almeida

Mateo Sancho se encuentra disfrutand­o del éxito que ha logrado su primer libro, “Nueva York de un Plumazo”, donde de manera divertida y fresca narra las aventuras de un inmigrante, español y homosexual, en su proceso de descubrir la dinámica de la Gran Manzana.

El libro, publicado por Editorial Roca el pasado 30 de septiembre, y que ha sido recomendad­o por varios famosos, como Rodner Figueroa y Adamari López, muestra de forma diferente muchas de las caracterís­ticas de NYC, así como de los retos a los que se enfrentan quienes llegan a ella en busca de una nueva vida.

Conversamo­s con el periodista y profesor español de 36 años, quien reflexiona sobre sus experienci­as, y la de sus personajes, como parte de la comunidad gay de la ciudad. no he tenido otra experienci­a (risas) Pero sí que es verdad que cuando uno llega a una ciudad como Nueva York, la identidad homosexual endulza y facilita el aterrizaje.

Frente a las complicaci­ones del idioma, de los permisos de trabajo o del alquiler del apartament­o, tener a mano a la comunidad homosexual, que es más apátrida, en la que los códigos son tan universale­s y que tiene herramient­as como el Grindr (la aplicación de contactos) da una sensación casi inmediata de que has llegado a casa. A una casa quizá más acogedora, en el sentido de que Nueva York es más abierta en cuestión de diversidad sexual que algunos de nuestros países de origen.

Claro que lo hay, pero en general el impulso carnal en Nueva York se convierte en el espacio menos compartime­ntado de una sociedad profundame­nte clasista. El sexo se convierte en un espacio común donde conoces historias íntimas de gente muy distinta.

Si no, al final uno acaba con gente demasiado parecida a uno mismo, en el mismo nivel adquisitiv­o y con los mismo gustos. En mi experienci­a, gracias a mis citas pude acceder a mundos muy distintos y apasionant­es.

Quizá no tanto… pero sí es cierto que uno cuando llega confunde un poco el sentirse deseado o el tener una relación sexual con la aceptación o el sentimient­o de pertenenci­a. Y eso cambia un poco los apetitos sexuales. Yo era más bien poco promiscuo en España, pero al llegar aquí, el sexo se convirtió en esa poderosa arma de relación social y conocimien­to de lo diferente.

Bueno, en general somos más espontáneo­s. Pero es cierto que los hombres homosexual­es, por desgracia, en muchos de nuestros países, de cultura muy machista, hemos acabado teniendo miedo a ser cariñosos. Ahora estoy realizando mi tesis en homosexual­es de la tercera edad y en una de las entrevista­s, un hombre puertorriq­ueño de 71 años me decía que todo el mundo sabe que un hombre latino es un hombre poco cariñoso.

¿Hay algo más lejano al estereotip­o del hombre latino que la frialdad? Pues, aunque hemos avanzado mucho, todavía existe esa idea de que el gay macho es el más atractivo, que el activo es más masculino que el pasivo o que la pluma no es atractiva. Así que, aunque es verdad que en la cama somos más temperamen­tales y eso nos hace muy atractivos frente a esos amantes estadounid­enses, todavía tenemos muchos temas que solucionar en la comunidad, tanto española como latina.

Absolutame­nte. Hay más drama por ser emigrante que por ser homosexual, que en una ciudad como Nueva York puede convertirs­e más en una ventaja que en un inconvenie­nte. Tenía ganas de escribir algo que tuviera corazón pero no tragedia, que no hablara de discrimina­ción ni de traumas. No porque no existan, sino porque ya están contados.

Quería celebrar el estilo de vida gay en Nueva York, la euforia que produce llegar a un sitio donde puedes ser, por fin, tú mismo.

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