Encuentra a su hija migrante… ¡en prisión y acusada de secuestro!
Centroamérica cada fin de noviembre.
Pero la mamá de Juana Alonso no pudo viajar. Está enferma, le “cayó” algo en el pie, una infección que parece estar carcomiendo, cuenta Antonio quien aún lleva una foto en el pecho con los datos de su hija y la leyenda “desaparecida”.
Porque técnicamente está desaparecida en el limbo legal de la justicia mexicana: la encarcelaron el 10 de noviembre de 2014, hace exactamente cinco años, poco después que un traficante de indocumentados a quien ella le había pagado para llevarla a Estados Unidas la llevó a una casa de seguridad en Reynosa, Tamaulipas, donde desconocidos la obligaron junto con dos mujeres hondureñas a hacer trabajo forzado.
Una de ellas pudo un día comunicarse para pedir ayuda y acusó a Alonso de ser cómplice del secuestro de los migrantes.
La Oficina de la ONU para los Derechos Humanos de Guatemala y México, quien tomó el caso para apoyarla, cree que las hondureñas pudieron estar confundidas porque la guatemalteca no hablaba español si no chuj, un dialecto maya.
Pero más allá de la acusación, la policía ministerial no respetó el debido proceso de la averiguación: Juana no entendía lo que le cuestionaban y en venganza la golpeaban en lugar de conseguir un traductor, argumenta.
“La obligaron a firmar algo que no sabía lo que decía: que aceptaba ser secuestradora”, cuenta el padre con un dejo de tristeza en los ojos aunque sin borrar la sonrisa que le dejó el reencuentro con su hija. Se tomó una foto y la envió por WhatsApp a San Mateo Ixtatán, en Guatemala, donde madre, abuela, hermano y vecinos gozaron. “Estaban bien contentos”, dice.
Los Alonso no supieron nada de su hija hasta un año después de la detención. El consulado los contactó y la familia tuvo que contratar un abogado y un traductor (el Estado mexicano no suministra a ninguno de los dos nada aunque está obligado), pero el caso no avanzó.
El papá escuchó que ha