El Diario

El regalo de la tranquilid­ad

Un inmigrante logra recibir la Visa U luego de un ataque que casi le cuesta la vida

- Araceli Martínez-Ortega araceli.martinez@laopinion.com LO ANGELES

Luis Alberto Gómez Cano recibió un regalo de Navidad inesperado —la Visa U— que puso fin a tres décadas de su vida como indocument­ado, y le abre el camino para obtener la residencia permanente y convertirs­e en ciudadano de los Estados Unidos.

“Estoy muy orgulloso y contento. Esto es un sueño hecho realidad. Ahora siento que no hay límites en mi vida. No pude haber recibido mejor regalo de Navidad”, exclama lleno de felicidad.

Él nació hace 33 años en la Ciudad de México, pero sus padres lo trajeron a Los Ángeles cuando tenía 3 años de edad. Creció en Boyle Heights, California. Está casado con su novia de la adolescenc­ia, la maestra de escuela primaria Evelyn Gómez, y es padre de dos hijos Tiago de 3 años y Teo de seis meses.

La noche del atraco

La Visa U ayuda a personas indocument­adas que son víctimas de delitos graves a obtener una estancia legal en el país y los protege de la deportació­n. Les concede un permiso de trabajo y tres años después, les ayuda a obtener la residencia.

Pero para conseguir la Visa U, Luis Alberto tuvo que pagar un costo muy alto. En 2014, fue víctima de un crimen que casi le cuesta la vida.

“Yo trabajaba como manager de un negocio de lavado de autos en Beverly Hills”, recuerda. Fue la noche del 24 de agosto de 2014 cuando la tragedia prácticame­nte tocó a la puerta de su casa.

“Eran como las 11 de la noche. Yo regresaba en bicicleta a mi casa, que está entre las calles Whittier y Lorena, en Boyle Heights. Estaba abriendo el cancel cuando sentí que alguien se me acercaba. Volteé y saludé en inglés. ‘Buenas noches’, le dije. Me repondió: ‘Buenas noches’”, recuerda.

Se trataba de un hombre blanco. Aunque el vecindario estaba muy oscuro, Luis Alberto dice que pudo ver que era un desamparad­o que andaba bajo el influjo de las drogas.

“Mientras trataba de abrir la puerta del cancel, lo sentí más cerca. Mi instinto fue voltear. Fue cuando el hombre me pidió dinero. Le dije que no traía. Entonces me quiso jalar la bicicleta”, platica.

En ese momento, cuenta que empujó la bicicleta hacia adentro para evitar que se la quitara.

“Logré meterla y ponerla bajo resguardo... En eso sentí una puñalada en el vientre. Yo lo empujé y el hombre cayó”, relata. “Me atacó con un cuchillo largo de cocina de esos que tienen dientes de acero y que parecen sierras. Se compran en la tienda del 99 cents”, precisa.

El joven padre de familia narra que todo fue muy rápido. Cuando su atacante estaba todavía en el piso y Luis Alberto temía que lo fuera a agredir de nuevo, su esposa abrió la puerta de la casa y gritó: ‘Qué está pasando’.

El hombre —dice— se levantó, tomó el cuchillo y se echó a correr.

“Yo estaba en shock, paralizado. Me sentía débil. Sangraba poquito. Mi esposa me auxilió poniéndome gasas para parar el sangrado. Nos metimos a la casa. El sangrado cesó. Le dije que ya me sentía bien, que no era nada. No había necesidad de ir al doctor. Deja que me relaje”, le pidió.

Luis Alberto narra que se fueron a la cama y se durmió como una hora. “Cuando desperté, me sentía muy mal, con mucha fiebre. Ya no sangraba, pero se me había hecho una bola en el sitio de la herida”, precisa.

Le urgió entonces a su esposa que lo llevara a un hospital. “Fuimos a emergencia­s. La bola que en realidad era un coágulo de sangre se me había hecho más grande. Me tuvieron que operar. La puñalada me había afectado el intestino grueso”, expone.

Aunque estuvo una semana y media en el hospital, le tomó más de un año recuperars­e.

“Por mucho tiempo estuve lleno de sondas. Me cortaron un pedazo del intestino. No podía ir al baño. Tuve que aprender de nuevo”, dice.

Cuando pudo ponerse en pie tuvo que apoyarse en un bastón.

Una esperanza

Fue su madre, Sara Cano, quien trabaja en la limpieza del edificio donde tiene sus oficinas el abogado en migración Alex Gálvez quien se acercó al defensor y le habló del crimen cometido contra su hijo.

“Él le dijo a mi mamá que había posibilida­des de que yo pudiera arreglar mi estatus migratorio. Fui a verlo a

 ?? ARACELI MARTÍNEZOR­TEGA.  ?? Luis Alberto Gómez Cano sonríe junto a sus hijos Tiago (d) y Teo. /
ARACELI MARTÍNEZOR­TEGA. Luis Alberto Gómez Cano sonríe junto a sus hijos Tiago (d) y Teo. /
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