El gringo que peleó en los tribunales para llamar pinche a su restaurante
Hoy ya tiene dos sucursales en la capital mexicana
En los recovecos del lenguaje mexicano, la palabra “pinche” puede ser en extremo positiva o negativa, puede ser un insulto o un halago; si alguien te llama pinche seguramente pretende ser tu amigo o declarar la guerra, acercarse o alejarte. También es sinónimo de ninguneo o de relajamiento y casi nadie recuerda el significado ortodoxo: ayudante de cocina.
Para Dan Deffosey, un estadounidense “enamorado” de México es todo eso y mucho más. Sólo un conocedor profundo de la idiosincrasia mexicana sabe los matices del significado: no es lo mismo decir pinche en un almuerzo de trabajo que en el metro; tampoco si la entonación es aguda o grave. O si se trata del Pinche Gringo, el nombre del restaurante que Deffosey fundó en 2013 junto con su amigo mexicano Roberto Luna, a quien conoció cuando trabajaba en Apple Latinoamérica.
“Decir pinche gringo para mí es sinónimo de humildad porque muchos estadounidenses son arrogantes con México”, explica Deffosey.
Los clientes lo tomaron con simpatía y hasta como una oportunidad para probar la comida texana auténtica porque no existía algo así e la capital mexicana. El BBQ artesanal tiene similitudes de con el mole por su tradición: los métodos de cocción datan de hace más de 200 años, desde la esclavitud en la Unión Americana.
Pero no cayó en gracia al gobierno mexicano. Particularmente en el Instituto de la Propiedad Industrial (IMPI): cuando Pinche Gringo quiso registrar el nombre de manera oficial, se lo negó con el argumento de que al primera palabra atentaba “contra la moral”.
Por eso se fueron a tribunales durante cinco años hasta que un juez determinó este año que el nombre no atentaba contra ninguna buena costumbre y que el negocio incluye cocinas, donde hay muchos pinches (ayudantes de cocina) tal y como lo dicta la Real Academia Española.
Por eso el sexto aniversario de Pinche Gringo —que ya cuenta con dos sucursales en la capital mexicana— se celebra con aire aún más festivo. El día seis hubo globos y grupos de country como siempre con mucho ánimo de hacer el recuento que llevó a Roberto y Dan, a sus treinta y tantos (hoy tienen 40) a mezclar formas de ser, de ver el mundo y los negocios.
“A veces nos agarramos de las greñas, pero somos un buen equipo”, acota Roberto. “Yo aprendí lo que le gusta a él y lo motiva. Además, los gringos son más de números y nosotros es más de hermandad”.
El éxito del negocio permite a Roberto tener tiempo para algunos proyectos artísticos: él es músico de profesión y cuando conoció a Dan lidiaba entre la producción musical y una empresa de mercadotecnia; hoy, es guitarrista de Los Fontana. Dan, por su cuenta, tiene su propia agenda que no incluye hijos. “Pinche Gringo es mi hijo”, dice. Luego corrige: “Tengo 87 hijos”.
Se refiere al número de empleados con los que cuenta, que incluye a siete deportados perfectamente adaptados a la cultura americana, entre ellos, el jefe de cocina Miguel Ángel Martínez, quien vivió en Long Island (donde nación Dan) de 2003 al 2013 y regresó por su propia cuenta. “Ya era tiempo y aquí estoy: me siento a gusto: siempre trabajé en restaurantes en EEUU y no sabía de la cocción ahumada, pero aprendí pronto”, dice Martínez.l