UNA NAVIDAD DE REFUGIADOS
La Navidad es una historia de refugiados. Es cierto que José y María no escapaban de ninguna persecución cuando llegaron a Belén y tampoco eran inmigrantes. No obstante, cuenta el Evangelio, buscaban albergue y al no encontrarlo fueron a parar a un establo en donde nació Jesús. Es un relato de humildad que obliga cada año a una reflexión sobre la generosidad y la solidaridad.
No hubo nadie aparentemente que se haya compadecido de una mujer en un avanzado estado de embarazo en los albergues que recorrieron. Ni de una pareja de forasteros que cumplía con el deber de hacerse contar en esa región en el censo de población realizado en aquella época, hace más de dos mil años. La comparación con el presente es inevitable y natural.
Reflexionemos sobre la actitud de ayudar a quien necesita esa mano sin condicionar esa ayuda al porqué esa persona golpea la puerta. Eso es generosidad y solidaridad.
Pero los que piden hoy albergue en la frontera sur sí huyen de peligros muy serios, de amenazas a la misma vida. Nos estremecen los relatos de personas asesinadas al regresar a su país, después de que su petición de asilo fuera rechazada. Las mujeres centroamericanas que piden refugio y asilo lo hacen porque huyen de las naciones con el mayor porcentaje de feminicidios en el mundo. La violencia de las pandillas ofrecen a los jóvenes dos alternativas, unirse a ellas o morir.
Nos entristece que la administración Trump tenga una actitud despiadada ante aquellos que piden refugio. Nos indigna que haya gente que se proclame cristianos y que crean que Donald Trump con toda su crueldad sea un ejecutor de los designios de Dios.
Parece absurdo e irreal, pero no lo es. Trump aprovecha una limitada agenda religiosa intolerante para alimentar su inmenso ego y su carrera política.
La idea de que el Presidente cumple una misión divina se escuchó varias veces en boca de altos funcionarios de la administración, de cientos de pastores. Seguramente son millones los estadounidenses cristianos que lo creen. Se asegura que la Biblia está llena de ejemplos de personas imperfectas que son instrumento divino.
Creemos en la libertad de culto en donde cada uno celebra su religión. Pero no podemos permanecer callados ante esto, especialmente en esta fecha. Es vergonzosa la manipulación de la fe que se hace para convertir a un individuo narcisista, vengativo y carente de toda empatía en un hombre de Dios. No hay nadie más alejado que Trump de la caridad, de dar la otra mejilla, de amar al enemigo y de tantos otro ejemplos del Evangelio.
En esta fecha pensamos en la generosidad de espíritu, de ayudar sin juzgar a quien se le da la mano. De dar techo al desamparado y comida al hambriento sin esperar nada. Esa es la caridad. Ese es el amor de la Navidad.•
Significado «No perdamos de vista el espíritu de generosidad».