IMPEACHMENT EN CRISIS
En agosto pasado un anónimo informante dio cuenta de la conversación telefónica entre el presidente Donald Trump y el de Ucrania en la que el primero condicionó ayuda a ese país a que le ayudara a ganar su reelección. Esta fue la base de la investigación y el impeachment.
Por meses, la líder de la Cámara Baja Nancy Pelosi, experimentada y práctica, se opuso al proceso. Sabía que no existe una mayoría de 66% en el Senado para condenar y deponer a Trump.
Pero la presión de otros congresistas, y los escándalos y mentiras de Trump prevalecieron.
La mayoría aprobó las acusaciones, que se enviaron al Senado para el juicio que inicia mañana.
Muchos profetizaron que esta vez sí, Trump sería derrocado por el Poder Legislativo.
En el fragor de los debates las dudas cayeron en el olvido. Hasta ahora se recuerdan. Pensaban que el partido Republicano cambiaría. Que se detendría su metamorfosis en el Partido Trumpista de Estados Unidos. Que de pronto sus políticos despertarían del estupor de los últimos cuatro años. Que encontrarían en alguna parte su conciencia de personas de bien que supuestamente una vez fueron.
Amarga desilusión de quienes creyeron ese cuento de hadas.
Sí, la mayoría del público anhela el fin de esta dislocada y destructiva presidencia. Pero en el Senado los republicanos, que dominan el protocolo y las decisiones, solo anhelan la victoria de Trump. Se dividen entre quienes quieren descartar el juicio inmediatamente y los que acceden a discutir por dos semanas y pretender que respetan el proceso.
Del otro lado, todavía buscan que cuatro senadores republicanos voten por permitir la más miserable de las concesiones: que en el juicio en el Senado haya testigos, para lo cual se requieren 51 votos.
Pero para condenar a Trump se requieren 66 votos.
Peor aún. Quienes defienden a Trump lo hacen con más resolución. Están totalmente convencidos de que todo esto es una conspiración contra su líder. Y que se requieren medidas severas para derrotar a los implicados.
El resultado del impeachment es sabido de antemano. Trump será sobreseído. Al término del proceso, el país estará más dividido, sin comunicación entre las partes. El presidente repetirá la conducta que llevó al fallido proceso. Declarará victoria, y con razón. Calumniará al expresidente Biden, candidato líder para reemplazarlo, para debilitarlo políticamente.
Al final del proceso veremos que por meses nos absorbió una quimera. Y que todo el país gastó tiempo, energía y la atención en esto, en lugar de atender los intereses de estado y buscar cómo salir adelante de esta crisis en el proceso político.
Pero todavía nos queda el 3 de noviembre, fecha de las elecciones presidenciales. Ahí, el votante será quien decida.•
Quimera «Al final de este proceso veremos que todo fue una pérdida de tiempo».