LA REFORMA AL SISTEMA DE FIANZAS
El 1 de enero, cuando Nueva York dio un enorme paso para tener un sistema de justicia penal más justo y equitativo, escuchamos las demasiado previsibles objeciones a la reforma de libertad bajo fianza. Ahora, junto con el clamor de quienes intentaron acallar a gritos las reformas durante la última sesión legislativa, escuchamos que algunos de los que las apoyaron desean echar atrás una política que toma en serio los derechos de los neoyorquinos de bajos ingresos y las comunidades de color —debido a un trágico accidente en Monsey, que de hecho nada tiene que ver con la libertad bajo fianza o la reforma.
Siendo un legislador estatal de color, que representa a los residentes latinos, africanos, afroamericanos y blancos de un distrito de El Bronx, cuyos ciudadanos hace mucho que sufren la opresión de políticas de libertad bajo fianza inequitativas e injustas, y como líder judío, cuya organización sin fines de lucro tiene su sede en este mismo distrito y que por décadas ha trabajado en cárceles y prisiones, estoy consternado por que el amargo dolor del racismo y el resurgimiento del antisemitismo se utilicen para dividirnos, en cambio de unirnos más.
Veamos los hechos. La fianza mediante el pago de dinero tiene como fin asegurar que los acusados —quienes solo están acusados de un crimen, y por lo tanto, legalmente se presume que son inocentes— se presenten ante el tribunal. o pretende ser un castigo o una tarifa. Sin embargo, para muchas personas representa una barrera financiera insuperable para lograr la liberación, que conlleva consecuencias graves
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