Ahora mandan los republicanos
El juicio político que superó en 1999 el entonces presidente Bill Clinton se ha convertido en un espejo singular para el proceso de destitución de Donald Trump, con los republicanos decididos a copiar estrategias y los demócratas dispuestos a aprender de fallos para influir al máximo en el desarrollo del caso.
“Lo que estuvo bien para el presidente Clinton estará bien para el presidente Trump”, proclamó hace dos semanas el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell.
Bajo ese lema se esconde el firme propósito de los republicanos de controlar el
del juicio político en el Senado y de contener la influencia de los demócratas, que, como hace dos décadas, son la minoría en la Cámara Alta.
El proceso contra Clinton en el Senado duró cinco semanas, tres más de las que calcula la Casa Blanca para el juicio a Trump, y acabó en su absolución, el mismo resultado que se espera ahora.
Similitudes
Igual que Trump, Clinton enfrentaba dos cargos, los de mentir a un gran jurado y de obstrucción a la justicia, por haber intentado ocultar su relación sexual con la becaria Monica Lewinsky.
Si los estadounidenses habían empezado a perder interés en los vericuetos del proceso, un titular del 23 de enero volvió a atraer su atención: una juez federal había ordenado a Lewinsky que testificara ante los “fiscales” de la Cámara Baja, y la exbecaria de la Casa Blanca tuvo que volar a Washington desde California.
“Siente ansiedad y quiere que esto acabe cuanto antes. Esto ha sido una pesadilla desde hace un año, y solo quiere seguir adelante con su vida”, dijo entonces una fuente cercana a Lewinsky al diario The New York Times.
El día 24, Lewinsky se sometió a una entrevista a puerta cerrada de casi dos horas con los “fiscales” republicanos.
Tres días después, el Serumbo