EL DAÑO DE LAS TERAPIAS DE CONVERSIÓN
En mi corto pero intenso paso por el Senado de Puerto Rico hubo momentos que cambiaron mi vida para siempre. Entre esos, recuerdo el día que un miembro del equipo del senador Eduardo Bhatia se me acercó para pedir que me uniera como autora de la medida que se presentaría para prohibir las “terapias de conversión” en Puerto Rico.
Confieso, como le confesé a quien me pedía que me uniera, que no conocía el tema lo suficiente como para unirme. El acuerdo fue que lo estudiaría y le notificaría mi determinación.
Así lo hice. Comencé a estudiar qué son las “terapias de conversión” y poco fue el tiempo que se requirió para tomar la decisión de que, no solo me uniría como autora, sino que me convertiría en una voz fuerte para procurar que Puerto Rico se uniera a los estados de Estados Unidos que ya habían tomado la determinación de evitar el daño que dichas “terapias” causan .
Así comenzó uno de esos momentos que cambiaron mi vida. Además de devorar toda la literatura que encontré sobre el tema, esta lucha me permitió conocer y escuchar las historias de horror de menores y adultos.
Las “terapias de conversión” son tratamientos o prácticas utilizadas, particularmente por grupos religiosos para intentar “cambiar” la orientación sexual o identidad de género de una persona, mayormente menor de edad, para evitar que se sienta atraído por personas del mismo género.
Las técnicas utilizadas son
Prohibición Seguiré en la lucha contra esta práctica.
devastadoras, particularmente por su impacto negativo en la autoestima de esa víctima. Siendo adultos, cuando alguien insiste en que no valemos como ser humano, nos afecta. Pues imagine usted a un niño que se siente atraído por niños, estar pasando por el proceso de darse cuenta de que lo que siente es contrario a lo que la sociedad dicta.
Además de estar pasando por ese proceso, sus progenitores deciden llevarle a este lugar donde unos adultos lo “curarán” haciéndole entender que esa atracción por personas del mismo género está mal, que es obra del mal y, por tanto, de no cambiar, será condenado.
Traté con todo mi ánimo, junto a un grupo de senadores del Partido Popular Democrático, el senador del Partido Independentista y el senador independiente, de convencer a los compañeros legisladores y al en aquel momento gobernador, Ricardo Rosselló, de que lo correcto era prohibir dichas “terapias”. No lo logré.
Leo con mucha alegría que Virginia está cerca de convertirse en el estado número 20 que prohíbe estas “terapias”. El próximo cuatrienio, ya no desde el Senado sino desde el sector privado, lucharé para que nuestra próxima legislatura y el ejecutivo acepten el reto de que Puerto Rico se convierta en la jurisdicción 21 que acepta como principio de nuestra sociedad que la diversidad nos hace mejor.l