LA DEUDA DE MÉXICO CON LAS MUJERES
No se trata de un movimiento de derecha o de izquierda, de conservadores o neoliberales, ni tampoco en contra de López Obrador. El paro de mujeres convocado para el 9 de marzo es, simple y llanamente, una protesta genuina contra lo que a todas luces es una de las mayores tragedias en México: el alto número de feminicidios que aqueja al país.
A través del paro, las mujeres buscan llamar la atención hacia la discriminación y la violencia sistémica de la que son víctimas, entre otras causas por el arraigado machismo en la sociedad mexicana.
Al problema nunca se le ha dado la debida importancia. Ni el PRI, ni el PAN, cuando fueron gobierno, hicieron nada por detener los feminicidios desde que éstos empezaron a cobrar notoriedad incluso a nivel internacional, allá por 1993, cuando estalló el escándalo de las jóvenes muertas en Ciudad Juárez.
Han transcurrido ya 27 años y nada ha cambiado. Cada día son asesinadas en México diez mujeres simplemente por su condición de género, como lo evidencia la saña con las que se les quita la vida, sin importar que se trate de niñas, como en el reciente caso de Fátima Aldrighett Antón, de solo 7 años.
La indignación y la ola de protestas que se ha desencadenado a raíz del brutal asesinato de Fátima y de muchas otras como Ingrid Escamilla es no solamente legítima sino plausible. Hay esperanza porque vemos que no hay espacio para la indiferencia. Ante tanto dolor y horror, millones de mujeres se han unido para alzar la voz y clamar justicia.
Lo grave es que López
Feminicidios Han convocado una jornada de protesta para el 9 de marzo.
Obrador no lo entienda así. En lugar de escuchar a las mujeres, de solidarizarse con las víctimas y entender que su gobierno necesita con urgencia atender el problema ha optado por politizarlo y descalificar las protestas.
Resulta incomprensible que un gobierno de izquierda como el que López Obrador dice encabezar atribuya la causa de los feminicidios al neoliberalismo, que anteponga la rifa del avión presidencial al tema de los asesinatos de mujeres y que muestre más preocupación por las pintas en las puertas del Palacio Nacional que por las víctimas de los feminicidios, a quienes ni siquiera se atreve a mencionar por su nombre.
Esta falta de sensibilidad le ha empezado a costar muy cara. Los partidos de oposición han aprovechado el vacío de poder que López Obrador ha creado en este tema para enarbolar la bandera del feminismo y tratar de apropiarse de las marchas y del paro de mujeres, lo cual es repudiable.
Es claro, sin embargo, que este movimiento es apolítico y que ningún partido tiene el derecho de apropiárselo. Le pertenece solamente a las mujeres que después de tantos años de discriminación y abusos finalmente han decidido desaparecer por un día para que se sienta su ausencia y la sociedad y el gobierno entiendan cuánto las necesitan y cuán grande es la deuda que tienen con ellas.•