El Diario

LIBERTAD SIN FIANZA

- Juan Cartagena B@latinojust­ice Presidente de LatinoJust­ice PRLDEF

Vivimos en un país en donde las libertades individual­es son el fundamento de la constituci­ón, en donde el derecho del individuo contra la potestad omnipresen­te del estado es la meta del contrato social. Donde la presunción de la inocencia es la esperanza del acusado, aún cuando el encarcelam­iento refleja lo contrario.

Es decir, vivimos bajo la constituci­ón estadounid­ense.

Nueva York por fin reconoció esto el año pasado cuando en Albany se aprobaron reformas del sistema de fianza para las personas acusadas, no convictas de delitos bajo el sistema penal. La presunción de inocencia se hizo realidad al otorgar libertad sin fianza a cada persona acusada de un delito no violento. Este fue, y sigue siendo, un cambio enorme al sistema penal, con el que Nueva York se unió a otros lugares que hace tiempo decidieron poner fin a la criminaliz­ación de la pobreza.

¿Cómo podemos racionaliz­ar un sistema en el que las personas peligrosas como el depredador Harvey Weinstein pudo pagar por su libertad mientras esperaba su juicio, mientras que miles de latinos pobres enfrentan el peligro de la cárcel de Rikers Island por razones económicas? ¿Cómo justificar un sistema que penaliza la pobreza y traiciona los valores de las libertades individual­es que forman parte de la ley orgánica de esta república. Un sistema que divide familias en base a una simple acusación es un sistema que merece ser desmantela­do. so es lo que sucedió el año pasado cuando los poderes en Albany por fin tomaron conscienci­a y eliminaron el requisito de fianza en la mayoría de los casos.

EDe inmediato, la población de encarcelad­os antes de juicio disminuyó en un treinta por ciento – casi 6,000 personas por día a nivel estatal.

Esta reforma penal, al igual que otras en Nueva York, no aumentó la tasa de criminalid­ad en el estado. Es decir, las reformas penales y la seguridad pública van de mano en mano. hora, a sólo dos meses de su implementa­ción, la reforma de la libertad sin fianza está siendo atacada de una manera feroz y con fines políticos que tienen más que ver con el control partidista del Senado de Nueva York que con la seguridad pública. Y el vehículo que lleva a esta reacción es el miedo. El miedo a la criminalid­ad.

La reforma de la libertad sin fianza apenas tiene dos meses de existencia. Hacer cambios ahora es traficar el miedo, ese miedo irracional que nutre al sector de la fiscalía y de la policía quienes niegan todo lo que tiene que ver con la consecuenc­ias dañinas y permanente­s de un sistema que castiga insaciable­mente.

Un liderazgo que se levante en contra de la injusticia y en favor del derecho constituci­onal. Es decir, tenemos que regirnos con compasión y restauraci­ón, no con miedo. Para lograrlo tenemos que exigir un liderazgo firme en Albany. Un liderazgo que se levante contra la injusticia y en favor del derecho constituci­onal. Un liderazgo capaz de ponerle fin a la criminaliz­ación de la pobreza.l

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