El Diario

Lo que el COVID-19 no pudo deshacer entre dos amigos

Inmigrante­s mexicanos víctimas de la pandemia

- EFE/Ruth E. Hernández Beltrán

El coronaviru­s ha dejado a su paso por Nueva York un dolor profundo en miles de personas que perdieron a seres queridos, entre ellos Luis Reyes, quien se ha hecho cargo del doloroso trámite de enviar a su país las cenizas de quien consideró como un hermano y al que sus padres no volvieron a ver desde que dejó México hace doce años.

Reyes, de Matamoros, y Claudio Ortega, de Guerrero, se conocieron en Nueva York, en el mercado de pescados donde trabajaban en Brooklyn y desde entonces fueron inseparabl­es hasta que el COVID-19 se llevó la vida de su gran amigo el pasado 22 de abril, tras haberse sentido enfermo desde febrero, señaló a Efe.

Ortega, como muchos menores de edad que emigran de países latinoamer­icanos, llegó solo a Nueva York a los 17 años para trabajar y ayudar a su familia.

Con su muerte, a los 29 años, Reyes no solo pierde a su gran amigo, sino que sus padres en México perdieron a su hijo mayor y el único sustento económico de la familia.

Complicado­s trámites

“Él le quería dar una sorpresa a su mamá para las madres, en mayo, pero llegó esta enpersona fermedad y le tocó”, recordó Reyes, quien ha tenido que sobrepasar complicado­s trámites legales para enviar los restos de Claudio a sus padres, el primero de ellos que éstos no hablan español, solo Nahuatl.

A través de un hermano de Claudio, y con la ayuda del consulado mexicano se gestionó la autorizaci­ón para representa­rlos y poder disponer del cuerpo de su amigo, que fue incinerado un mes después de su muerte.

“Era mi mejor amigo, comíamos del mismo plato, nunca tuvimos disgustos”, indicó Reyes al hacer referencia a una popular frase latina cuando se habla de una muy cercana.

“Por eso quise apoyar hasta el último día a sus papás, son gente muy humilde, cristianos”, argumentó y agregó que tras su muerte comenzaron a recaudar fondos para incinerarl­o pero el dinero será enviado a sus padres porque el consulado mexicano pagará el coste.

Reyes recordó todo lo que vivió su amigo desde que comenzó a sentirse enfermo y dos meses después, murió.

“No alcanzaba el dinero”

“Él se empezó a sentir mal a principio de febrero, decía que le dolía su pecho para respirar”, indicó, lo que ocurrió cuando todavía en Nueva York no se había notificado el primer caso, lo que no ocurrió hasta el 2 de marzo.

“Fue al médico pero lo dieron de alta porque decían que era diabético, que le hacía falta medicina (insulina), pero como le hacían falta recursos para estarse curando a cada

rato, porque le tenía que enviar dinero a sus papás, decía que no le alcanzaba el dinero”, señaló.

Claudio es parte de los 641 mexicanos que han perdido la vida por el COVID-19 en Nueva York, que concentra el mayor número de casos, Nueva Jersey y Connecticu­t. La cifra total en EEUU hasta el momento asciende a 959 mexicanos.

“Me dio mucha tristeza. Él me llamaba desde su casa y me decía ‘hermano qué hago, no quiero ir al hospital, no me quiero morir”, indicó.

Su amigo volvió en abril al hospital, donde recibió insulina y le enviaron a su casa. Al día siguiente regresó porque no había mejorado, pero fue ingresado “porque cayó en coma” y ya no salió.

Reyes le dio el último adiós a Claudio el sábado con una ceremonia religiosa con sus cenizas, a la que asistieron solo un puñado de personas debido a las restriccio­nes por el coronaviru­s.l

 ?? EFE/ SAID BAZZE ?? Luis Reyes (d), Irene Cantorán, y Carlos Hernández dan el último adiós a Claudio Ortega.
EFE/ SAID BAZZE Luis Reyes (d), Irene Cantorán, y Carlos Hernández dan el último adiós a Claudio Ortega.

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