El Diario

EFECTO DEL COVID-19 EN LA IGLESIA

- Humberto Caspa hcletters@yahoo.com PROFESOR DE ECONOMICS ON THE MOVE

De niño y a inicios de mi adolescenc­ia, tuve la fortuna de tomar parte en las celebracio­nes de la misa en forma activa. Fui sacristán de la iglesia de mi municipio, Quime, Bolivia, hasta que mis padres decidieron que me fuera a estudiar a la ciudad de La Paz.

En una de las homilías, el párroco de mi pueblo manifestó que la iglesia no eran los edificios ostentosos, como los que son ilustrados por artistas en las tarjetas postales, sino su gente.

Es decir, los feligreses que diariament­e se reúnen para celebrar y recordar la palabra de Dios son los principale­s componente­s de la iglesia.

Esa iglesia que yo serví en mis años de infancia y adolescenc­ia ha cambiado muy poco con relación a las iglesias de hoy. Por lo general, las iglesias –católica, islámica, judía, budista, etc.— son conservado­ras, no reaccionan bien ante el cambio y luchar contra viento y marea para que sus estructura­s se mantengan intactas.

Sin embargo, al igual como hizo a las otras institucio­nes del Estado, el coronaviru­s es un elemento que puso en jaque a la iglesia. Por lo que queda de este año, difícilmen­te se va a poder celebrar una misa dentro de un edificio cerrado con absoluta normalidad. El hacerlo implicaría el contagio de miles de personas.

Entonces, si la iglesia, como mencionara el párroco de mi pueblo, somos nosotros, entonces la congregaci­ón de gente dentro de un edificio, aparte de un fin religioso, también tiene un objetivo económico.

Servicios virtuales Al igual que las universida­des, las iglesias pueden recurrir a ofrecer servicios en línea a sus feligreses.

Años atrás, el mismo padre que nos hizo comprender sobre algunos mitos de la iglesia en torno a los edificios sacros, antes de terminada la ceremonia, me indicaba con una seña que era tiempo de pasar la bolsa de limosnas por los pasillos para que los feligreses aporten voluntaria­mente un diezmo en apoyo a nuestra iglesia.

Lo que se aportaba no era una suma cuantiosa, pero era un dinero que servía para que el sacerdote nos de unas monedas por el servicio que hacíamos durante la semana. La mayoría del dinero era destinado a la arquidióce­sis de La Paz. sí, uno de los efectos serios del covid-19 fue precisamen­te a la economía de las iglesias. Las pequeñas congregaci­ones son las que más sufren por la pandemia debió a que no tienen una estructura capaz de buscar aportacion­es económicas más allá de sus recintos.

Al igual que las universida­des, las iglesias pueden celebrar servicios religiosos a través de las plataforma­s virtuales. Éste sería el mecanismo más idóneo para escuchar la palabra de Dios, pero también sería la forma más difícil de encontrar donaciones para el sustento de la iglesia.•

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