EFECTO DEL COVID-19 EN LA IGLESIA
De niño y a inicios de mi adolescencia, tuve la fortuna de tomar parte en las celebraciones de la misa en forma activa. Fui sacristán de la iglesia de mi municipio, Quime, Bolivia, hasta que mis padres decidieron que me fuera a estudiar a la ciudad de La Paz.
En una de las homilías, el párroco de mi pueblo manifestó que la iglesia no eran los edificios ostentosos, como los que son ilustrados por artistas en las tarjetas postales, sino su gente.
Es decir, los feligreses que diariamente se reúnen para celebrar y recordar la palabra de Dios son los principales componentes de la iglesia.
Esa iglesia que yo serví en mis años de infancia y adolescencia ha cambiado muy poco con relación a las iglesias de hoy. Por lo general, las iglesias –católica, islámica, judía, budista, etc.— son conservadoras, no reaccionan bien ante el cambio y luchar contra viento y marea para que sus estructuras se mantengan intactas.
Sin embargo, al igual como hizo a las otras instituciones del Estado, el coronavirus es un elemento que puso en jaque a la iglesia. Por lo que queda de este año, difícilmente se va a poder celebrar una misa dentro de un edificio cerrado con absoluta normalidad. El hacerlo implicaría el contagio de miles de personas.
Entonces, si la iglesia, como mencionara el párroco de mi pueblo, somos nosotros, entonces la congregación de gente dentro de un edificio, aparte de un fin religioso, también tiene un objetivo económico.
Servicios virtuales Al igual que las universidades, las iglesias pueden recurrir a ofrecer servicios en línea a sus feligreses.
Años atrás, el mismo padre que nos hizo comprender sobre algunos mitos de la iglesia en torno a los edificios sacros, antes de terminada la ceremonia, me indicaba con una seña que era tiempo de pasar la bolsa de limosnas por los pasillos para que los feligreses aporten voluntariamente un diezmo en apoyo a nuestra iglesia.
Lo que se aportaba no era una suma cuantiosa, pero era un dinero que servía para que el sacerdote nos de unas monedas por el servicio que hacíamos durante la semana. La mayoría del dinero era destinado a la arquidiócesis de La Paz. sí, uno de los efectos serios del covid-19 fue precisamente a la economía de las iglesias. Las pequeñas congregaciones son las que más sufren por la pandemia debió a que no tienen una estructura capaz de buscar aportaciones económicas más allá de sus recintos.
Al igual que las universidades, las iglesias pueden celebrar servicios religiosos a través de las plataformas virtuales. Éste sería el mecanismo más idóneo para escuchar la palabra de Dios, pero también sería la forma más difícil de encontrar donaciones para el sustento de la iglesia.•
A