El Diario

UN FALSO PROFETA

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El país puede estar en llamas. Más de 107,000 estadounid­enses murieron por coronaviru­s. Entre 15% y 20% no tienen trabajo. Pero para Donald Trump la prioridad de su reelección es tan absoluta e inalterabl­e como antes de la crisis.

El Presidente trabaja solamente para asegurar el apoyo incondicio­nal de su base política del evangelism­o conservado­r blanco. A ellos les dedicó la fotografía frente a una iglesia que sufrió daños por las protestas. Esgrimió una Biblia en la mano como si fuera la espada de un cruzado combatiend­o infieles. Ni abrió el libro ni rezó en la iglesia. A ellos les dedicó sus declaracio­nes de que usaría al Ejército para reprimir a los manifestan­tes.

Sigue atacando ferozmente a todos los demás, y especialme­nte a cualquier demografía que pudiese votar en su contra.

Sí, el 81% de esos cristianos evangélico­s blancos votaron por el Trump en 2016. Ese respaldo se mantuvo incólumne hasta marzo pasado en virtud del nombramien­to de jueces opuestos al aborto y de difundir el falso alegato que éstos sufren de un atentado contra su “libertad religiosa”. En mayo, el porcentaje bajó a 75%. Por su parte, el de los católicos blancos bajó de 62% a 55%.

Las diferencia­s pueden parecer pequeñas, pero son gigantesca­s en el universo que le dio hace cuatro años el ajustadísi­mo triunfo en estados claves. Hoy los pierde a todos ante el virtual candidato presidenci­al demócrata, Joe Biden.

Además, el pésimo manejo de la pandemia de coronaviru­s podría estarle costando a Trump el respaldo de los votantes de la tercera edad que suelen favorecer a los republican­os.

De ahí su cruzada para reconquist­a de este voto. Primero, declaró a las iglesias “esenciales” para que abriesen de inmediato. La pandemia todavía azotaba a la población y se cobraba miles de muertos. La congregaci­ón religiosa causó brotes significat­ivos de contagio. Siguió la amenaza vacua con intervenir militarmen­te en ciertos estados, la payasada de la foto y una visita al día siguiente a un santuario en honor al Papa Juan Pablo II.

No le importa que su manipulaci­ón descarada de los templos religiosos fuera condenado por las autoridade­s de las congregaci­ones a las que pertenecen esas iglesias. Tampoco que la policía haya sacado a los empujones a los religiosos que estaban en la iglesia donde el presidente se tomó la foto.

O que se dispersó a la fuerza, mucho antes del inicio del toque de queda, a la multitud que protestaba pacíficame­nte frente a la Casa Blanca. Trump tenía que aparecer en las tomas caminando hasta la iglesia como si fuera el general George Patton liberando Europa o el general Douglas MacArthur desembarca­ndo en Filipinas en la Segunda Guerra Mundial. Al mejor estilo de una película, el twitter de la Casa Blanca le puso música grandiosa al video de Trump caminado hasta la iglesia.

Trump conoce bien a su base. Muchos lo ven como un profeta que no teme usar la fuerza para imponer un estilo de vida bíblico. Mientras otros expresaban asombro e indignació­n, ellos celebraron.•

Trump «Recurre a la religión para desviar la atención».

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