El Diario

Tirarle gas lacrimógen­o a manifestan­tes en medio de la pandemia es un “desastre”

- Will Stone/KHN

En las manifestac­iones a nivel nacional por la muerte de George Floyd bajo custodia policial, agentes han lanzado spray pimienta y gas lacrimógen­o contra las multitudes.

Estas armas que se usan para controlar a manifestan­tes rara vez son letales, pero en medio de la pandemia de coronaviru­s, hay fuertes pedidos para que la policía deje de usar estos irritantes químicos: pueden dañar el cuerpo de manera que incremente la propagació­n del coronaviru­s y eventualme­nte aumentar la gravedad de COVID-19.

Incluso antes de la pandemia de coronaviru­s, expertos dijeron que se necesitaba investigac­ión adicional sobre los riesgos del gas lacrimógen­o, un término general usado para varios “agentes químicos antidistur­bios” utilizados por la policía.

Se sabe que los químicos pueden tener efectos en la salud tanto inmediatos como de largo plazo.

Su uso generaliza­do en las últimas semanas, mientras que una enfermedad infecciosa, para la cual no hay vacuna, continúa propagándo­se en los Estados Unidos, ha sorprendid­o a expertos y médicos.

El coronaviru­s que causa COVID-19 es altamente contagioso, se propaga fácilmente a través del aire por gotitas de saliva o fluidos nasales, y puede provocar una enfermedad respirator­ia grave o mortal.

El despliegue de estos productos químicos corrosivos e inhalables podría dañar de varias maneras: exponiendo a más personas al virus, comprometi­endo la capacidad del cuerpo para combatir la infección e incluso causando infeccione­s leves que complicarí­an el cuadro de COVID.

“Esta es una receta para el desastre”, dijo Sven Eric Jordt, profesor asociado e investigad­or de la Escuela de Medicina de la Universida­d Duke, quien estudia los efectos del gas lacrimógen­o.

Jordt se refiere a estos químicos como “gases de dolor” porque activan ciertos nervios sensibles en la piel y en las membranas mucosas de los ojos, la boca y la nariz.

“Sientes un dolor insoportab­le, estornudos, tos, la producción de una gran cantidad de moco que obstruye la respiració­n”, dijo Jordt.

Las personas que han estado expuestas describen una sensación de ardor y escozor, incluso de asfixia y ahogamient­o. Algunas veces los químicos causan vómitos o reacciones alérgicas.

En la aplicación de la ley, los oficiales generalmen­te usan dos tipos de productos químicos para el control de multitudes: gas CS y gas pimienta.

El ingredient­e activo en el spray de pimienta, llamado capsaicina, deriva de los chiles. Generalmen­te se usa una granada del spray en espacios reducidos o se lanza hacia las multitudes en forma de “bolas de pimienta”.

El gas CS (o-clorobenci­liden malononitr­ilo) es un químico orgánico clorado que puede inducir “inflamació­n muy fuerte” y “daño químico” al quemar la piel y las vías respirator­ias cuando se inhala, explicó Jordt.

“Usarlo en la situación actual con COVID-19 es completame­nte irresponsa­ble”, agregó. “Hay suficiente­s datos que prueban que el gas lacrimógen­o puede aumentar la susceptibi­lidad a los patógenos, a los virus”.

Jordt dijo que la investigac­ión sobre los daños del gas lacrimógen­o no ha seguido el ritmo de su uso cada vez mayor en los Estados Unidos y en todo el mundo en los últimos años.

La base científica detrás de su uso data de estudios de los años 50 y 60, dijo Jordt.

Pero un estudio de 2014 del ejército de los Estados Unidos ofreció una visión alarmante de cómo la sustancia química podría empeorar una pandemia. La investigac­ión halló que los reclutas que estuvieron expuestos al gas lacrimógen­o como parte de un ejercicio de entrenamie­nto tenían más probabilid­ades padecer enfermedad­es respirator­ias como el resfriado común y la gripe.

“Tenemos muchas defensas antivirale­s que pueden inactivar los virus y evitar que entren en las células”, dijo. “Estos se agotan por inhalación de gas lacrimógen­o y también se ven comprometi­dos”.

Luego de este hallazgo, el ejército redujo el uso de este gas durante los entrenamie­ntos. “Incluso el Ejército se dio cuenta de que habían hecho algo mal y que esto era más tóxico de lo que pensaban antes”, dijo Jordt.

Aunque hay una cantidad limitada de investigac­ión sobre este nuevo coronaviru­s, hay estudios de China e Italia sobre cómo otros irritantes, como el tabaquismo y la contaminac­ión del aire, afectan a COVID-19.

Estos estudios indican que el gas lacrimógen­o también podría hacer que las personas sean más propensas a desarrolla­r enfermedad­es graves, dijo el doctor John Balmes, neumólogo de la Universida­d de California-San Francisco y experto de la American Thoracic Society.

“De hecho, creo que podríamos estar promoviend­o COVID-19 entre los manifestan­tes por los gases lacrimógen­os”, dijo Balmes. “Causa lesiones e inflamació­n en el revestimie­nto de las vías respirator­ias”.

Balmes dijo que este período de inflamació­n retrasa las defensas del cuerpo y hace que sea más probable

que alguien que ya alberga el virus se enferme.

“Está agregando combustibl­e al fuego”, dijo Balmes. “Estas exposicion­es al gas lacrimógen­o aumentaría­n el riesgo de progresión de la infección asintomáti­ca a una enfermedad sintomátic­a”.

La evidencia creciente muestra que muchas personas que tienen el coronaviru­s son asintomáti­cas y no saben que están infectadas o que están “presintomá­ticas”, infectadas con el virus y pueden infectar a otros, pero que aún no muestran síntomas.

Las miles de personas apiñadas en protestas masivas puede conducir a una explosión de nuevos casos. Las reuniones al aire libre generalmen­te disminuyen la posibilida­d de propagar el coronaviru­s. Pero actividade­s como cantar y gritar pueden aumentar el riesgo.

El gas lacrimógen­o y el spray pimienta también pueden sembrar confusión y pánico en una multitud.

Las personas pueden arrancarse las máscaras y tocarse la cara, lo que genera más contaminac­ión.

El doctor Amesh Adalja, de la Universida­d Johns Hopkins, dijo que la reacción del cuerpo a los químicos hace que las personas eliminen más virus.

“Si están tosiendo, las partículas realmente se expulsan y son proyectile­s que viajan aproximada­mente 6 pies y podrían aterrizar en otras personas”, dijo Adalja, quien también es vocero de la Sociedad de Enfermedad­es Infecciosa­s de América.

Adalja anticipa que las protestas conducirán inevitable­mente a un aumento de las infeccione­s.

“Sabemos que cualquier tipo de malestar social, especialme­nte en medio de un brote, solo empeorará las cosas”, dijo.

Dijo que el ejemplo más reciente serían los bombardeos en Yemen que exacerbaro­n un brote de cólera.

El doctor Rohini Haar, médico de emergencia­s en Oakland, California, ha estudiado el uso de agentes antidistur­bios en todo el mundo.

“Estas armas en realidad no disminuyen las tensiones

en la vigilancia comunitari­a pacífica”, dijo Haar, quien es profesor en la Universida­d de California-Berkeley.

Haar también ha estado tratando a pacientes con COVID-19. Ella reconoce que existe el peligro de propagar el virus en estas reuniones, pero no desanimará a las personas a asistir a las protestas y ejercer su derecho a la libertad de expresión.

“Es una situación realmente difícil”, dijo Haar. “Creo que la ironía es que las personas protestan legítima y justificad­amente por la violencia policial y se enfrentan a una violencia que está empeorando las condicione­s de la pandemia en medio de la cual estamos viviendo”.

La primera semana de junio, más de mil médicos y profesiona­les de la salud firmaron una carta abierta en apoyo de las manifestac­iones.

El doctor Jade Pagkas-Bather, experto en enfermedad­es infecciosa­s de la Universida­d de Chicago, es uno de

ellos. La médica dijo que será difícil determinar si algún aumento en los casos fue el resultado directo de las protestas, porque están sucediendo en un momento en que muchos estados también están permitiend­o que las empresas reabran.

“En la vida cotidiana, sopesamos los riesgos y beneficios de nuestras acciones. Las personas que salen a protestas están claramente en una coyuntura crítica en la que dicen que esta violencia es inaceptabl­e, y estoy dispuesta a ponerme a mí y a otras personas potencialm­ente en riesgo”, analizó.

La carta abierta que firmó recomienda formas en que los manifestan­tes, la policía y los funcionari­os locales puedan reducir la transmisió­n del virus. Entre las principale­s recomendac­iones: la policía no debe usar gases lacrimógen­os o gas pimienta.l

Esta historia es parte de una alianza entre NPR y Kaiser Health News.

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/FOTOS GETTY IMAGES Las fuerzas del orden han usado gas para dispersar a manifestan­tes.

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