El Diario

Pintan letrero gigante BLM frente a la Torre Trump

- EFE

Un enorme eslogan amarillo de “Black Lives Matter” luce desde ayer en la calzada frente a la Torre Trump de Nueva York, un proyecto de arte público con el que el alcalde Bill de Blasio desafía al presidente Donald Trump, y con el que el movimiento antirracis­ta busca atraer miradas y “encender la mecha” de la solidarida­d.

Es solo una de varias obras similares pintadas a lo largo de la Gran Manzana, pero su emplazamie­nto a los pies del rascacielo­s más célebre de Trump, en la lujosa Quinta Avenida, ha desencaden­ado un choque entre el alcalde demócrata y el mandatario republican­o, quien la semana pasada describió el mural como un “símbolo de odio” y lo consideró un gasto innecesari­o.

“¿Quién construyó esta ciudad, quién construyó este país y nunca recibió el reconocimi­ento? Cuando decimos que las vidas negras importan no se puede hacer una declaració­n más patriótica, porque no hay Estados Unidos sin los negros de Estados Unidos”, dijo De Blasio al llegar a la calle 57 para “explicarle a Trump lo que significa” ese mensaje, brocha en mano.

En una breve intervenci­ón, el alcalde pintó una de las dieciséis letras junto al presidente de Brooklyn, Eric Adams, y el líder cívico Al Sharpton, pero la mayor parte del trabajo la realizó un grupo de jóvenes activistas que no dejaron de corear los lemas “sin justicia no hay paz” y levantar el puño, como en las protestas por la muerte violenta de George Floyd.

Ataviados con camisetas en las que se leía “yo soy la paz”, los jóvenes pertenecía­n a la organizaci­ón antiviolen­cia Street Corner Resources, que hace de mediadora en conflictos y ha asesorado a la Alcaldía en sus reformas policiales para combatir el racismo, incluyendo la derogación de una ley de “inmunidad” para agentes y la reducción de $1,000 millones de dólares al cuerpo de seguridad.

La fundadora de la organizaci­ón, Iesha Sekou, quien bromeó con haberse “manchado la ropa” pintando ya en tres murales, explicó que el objetivo de la acción era “lanzar un mensaje subliminal de paz para que a la gente se le quede en la mente” el concepto de que los afroameric­anos “importan” y, sobre todo, forjar un futuro mejor para las nuevas generacion­es en EEUU.

“Estoy aquí por ellos, para que tengan un papel en la historia y no solamente la vean en las noticias. Esto puede encender una mecha y quien lo vea quizás diga: quiero ayudar”, sostuvo esta mujer, que en lo personal lamenta tener que explicar a sus nietos lo que es la violencia policial y reivindica que “deberían poder ser simplement­e niños”.

El mural atrajo la mirada de muchos curiosos, como Herman Smalls, un vecino de Harlem que se coló detrás de las numerosas cámaras de la prensa cargando un carrito con su hija plácidamen­te dormida y logró tomar imágenes de la obra desde un lugar privilegia­do.

“Esto es muy emocionant­e, pero si no cambian las políticas volveremos a estar aquí el año que viene, y el siguiente, cuando otra persona negra sea asesinada por la Policía. Esto (el mural) no puede ser todo”, dijo.

La pintada también convocó una minoría discrepant­e tanto con el alcalde, al que le gritaron “estúpido” de lejos, como con el movimiento antirracis­ta, con un grupúsculo de personas que gritaron “todas las vidas importan” y “Trump importa” encarándos­e con los jóvenes negros, quienes intentaron dialogar sin demasiado éxito.l

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