AMLO y los gobernadores se baten entre bambalinas
La pandemia empeora la tensa relación entre el presidente y los funcionarios mexicanos
Durante ocho meses, los gobernadores mexicanos insistieron en una reunión con el presidente Andrés Manuel López Obrador como los hijos de familia que no tienen a dónde ir y deben convivir con un papá proclive a dar escarmientos; renuente a soltar el dinero porque tiene otras prioridades como una crisis económica y quejas constantes sobre los ‘juniors’ que malgastan.
Harto de directas e indirectas, el mandatario federal aceptó el encuentro en la ciudad de San Luis Potosí, donde a mediados de la semana pasada ocurrieron los hechos.
Excepto el gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón, estuvieron todos, incluso los nueve más rebeldes de los partidos de oposición, quienes previamente venían reuniéndose en salas y antesalas hasta que el marzo pasado formaron un grupo que se autodenominó Alianza Federalista.
La Alianza Federalista incluye a Jaime Rodríguez “El Bronco”, de Nuevo León (Independiente); Miguel Riquelme, de Coahuila, (PRI); Francisco García Cabeza de Vaca, Tamaulipas y José Rosas Aispuro, de Durango (PAN) y el perredista Silvano Aureoles, de Michoacán.
En una estrategia de persuasión, habían amenazado con no asistir al diálogo con el Ejecutivo mayor “si no se trataban sus asuntos”.
Quieren más dinero porque no les alcanza para todos los gastos que implica la pandemia por COVID porque ¿qué es eso que desde la oficina del subsecretario de Salud federal, Hugo López Gatell se les diga cuándo abrir las fiestas, consumos y vendimias a cientos de kilómetros de dispara tancia, sin conocimiento de campo de lo que ocurre en sus territorios?
Porque no es lo mismo la zona sur del país que el ala norte ni el Este que el poniente.
¿Por qué a que Hacienda (dependiente del gobierno federal) les quita el dinero de recaudación fiscal y luego lo reparte según las reglas legales y les da menos a quienes dan más y más a los que aportan poco?
Colima, por ejemplo, recibe sólo 11 centavos por cada peso que recaudan para las arcas de la federación; la Ciudad de México, Tamaulipas y Nuevo León menos de 20 centavos y los nuevoleoneses, 23 centavos por cada peso.
La entidad más dependiente de la federación es Chiapas, con casi 8 pesos por cada uno de los que recauda.
Luego están Guerrero, Oaxaca, Tlaxcala, Durango, Hidalgo, Tabasco, Nayarit, Campeche, Morelos, Puebla y Zacatecas, a los que le dan mucho más del doble de lo que acopian, según un análisis de HR Ratings.
El estado mexicano ha sido siempre sobreprotector. Si tiene un hijo al que considera menos favorecido, le suelta más plata y así intenta equilibrar las desventajas desde hace décadas.
No es un asunto nuevo pero revertir esa política resulta, a primera vista, un sueño imposible ante el actual mandatario que tiene, por mucho, una intensión paternalista con los más pobres.
Además, mucho o poco dinero, el problema es que éste ni siquiera les está llegando a tiempo. Las mesadas (reparto federal) se atrasan y meten en problemas de todo tipo a los estados que tienen que comprar equipo médico atener a los enfermos de coronavirus, cumplir los gastos de nómina y otros de las autoridades porque en los gobiernos estatales donde prevalece la buena vida, el gusto exquisito, aún cuando el mandatario federal insiste en la austeridad.
El 20 de junio, AMLO hizo un llamado a los cachorros estatales a “bajarle a los lujos y extravagancias” ya que varios de ellos no han dudado en adquirir deudas millonarias como tres de los rebeldes (El Bronco, Enrique Alfao y Silvano Aureoles, que destacan por las cantidades), aunque todos han recurrido a los préstamos.
“Sólo Tlaxcala no lo ha hecho”, dijo con énfasis en una conferencia mañanera.
Al actual presidente mexicano no le gusta perder el control y cada día es más centralista, según observan los vecinos analistas de la política.
Esto genera algunos disgustos entre los mandatarios estatales quienes, en un afán de crecer y madurar, habían hecho, por ejemplo, sus propias obras de infraestructura en hospitales de primer nivel. Invirtieron mucho dinero y de buenas a primeras se los quitó AMLO a punta de cinturonazos en forma de modificaciones legales, a pesar de los gritos y berretas de los afectados.
Nicolás Loza observó todo esto en la distancia que le da su condición de politólgo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Y concluye que la relación entre el Ejecutivo federal y los legisladores está tensa, como lo ha están regularmente las familias y las federaciones en toda la historia moderna, pero ahora está el añadido de la crisis económica y la pandemia y la personalidad de AMLO.
“Es particularmente centralista y no es afín a negociar. Es decir, pase lo que pase, él va a seguir con sus proyectos. Primero le quitará el recurso a Nuevo León que a la refinería Dos Bocas o a su proyecto del Tren Maya”.
No ayuda la falta de responsabilidad o ánimo que tienen los gobernadores para echarse la responsabilidad de cobrar impuestos a los suyos porque es algo impopular y da más trabajo.
Con la tenencia de autos, por ejemplo, cuando se les permitió a los estados cobrarla y hacerse responsable de ella, mejor la quitaron para ganarse simpatías. “Actualmente casi ningún estado cobra la tenencia”, observa Loza.
Otro asunto es la brecha generacional o la manera de ver el mundo. Para el presidente actual, lo más importante es hacer de México un país independiente en materia energética apostando al petróleo y el carbón, una estrategia que comenzó su declive en los años 80 del siglo pasado para dar paso a las energías limpias.
Por eso muchos de los man
datarios estatales han optado por no hacerle caso y seguir con sus proyectos de energías alternativas. Ahí Chihuahua y Oaxaca, como los hijos que ignoran las peroratas de un padre a quien consideran desfasado de la modernidad y un tanto arcaico y necio. Pero aún vivo y con autoridad. Con el bastión del mando.
El gran día
Con todas estas tensiones llegó el día del encuentro. Como los trapos sucios se lavan en casa, la condición de la junta de AMLO con los gobernadores fue que ésta fuera a puerta cerrada, lejos de la prensa, de chismosos y metiches y mucho menos al estilo de big brother como a diario se da la conferencia mañanera del presidente con las cámaras abiertas al público.
Los gobernadores se prepararon para el evento. El de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, el hijo “Bronco”, reiteró por la calle que la Alianza Federalista exigiría al presidente de México un pacto más justo para el reparto del dinero y medidas contra la pandemia del coronavirus que funcionen para cada región, porque el semáforo epidemiológico de la federación, no sirve, dijo.
Luego matizó que iban en son de paz. No para confrontar ni polarizar, sino para colaborar y ayudar a la casa, que México.
A las 10:00 en punto del pasado miércoles, el Centro de Convenciones de San Luis Potosí era una ebullición de egos y camionetas; de trovas y disgustos porque, para acorralar al rebaño, la Fiscalía General de la República, cuyo titular lo designa el presidente, lanzó una bomba contra dos de los gobernadores rebeldes: acusaciones y videos.
De manera misteriosa, se divulgó una filmación en donde el hombre más cercano y casi confidente de Francisco
Domínguez, gobernador de Querétaro, recibía dinero en efectivo por presuntos sobornos para que aparentemente éste se lo diera al primero que votara como legislador a favor de la Reforma Energética aprobada en 2014.
El otro señalado, a través de una denuncia legal del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, fue el del “gober” de Tamaulipas, Francisco Javier Cabeza de Vaca, por presuntos vínculos con el crimen organizado.
Francisco Javier estalló el día de la “gran reunión”. Rompió el protocolo y emitió un mensaje en el que acusó al gobierno federal de politizar la seguridad y demandó a la Fiscalía General de la República esclarecer si lo está o no investigando.
“El gobierno federal pide el trato que no da. Con una mano pide trato de Estado, pero con la otra, da bofetadas de partido”, sentenció.
No lo escuchó personalmente el presidente porque llegó tarde. Primero mandó a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, una mujer de carácter conciliador, como de madre, quien escuchó pacientemente.
Luego se acordó, que el Semáforo Epidemiológico será sólo sugerente y no obligatorio sobre cuándo abrir o cerrar la economía ante el coronavirus. También se acordó que habrá cambios en el sistema hacendario para un nuevo modelo de repartir el dinero, de acuerdo con lo que se supo en conferencia de prensa.
Al medio día llegó el presidente. Y se cerraron las puertas a la audiencia pública.