El Diario

LA CASA BLANCA COMO NEGOCIO

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Siempre se habla de las ventajas que tiene un titular en una campaña de reelección presidenci­al sobre su rival, por gozar de los recursos extraordin­arios que le dan el cargo. Donald Trump no solo aprovechó el beneficio que le otorga la presidenci­a, sino que lo estiró al terreno en donde la ilegalidad se mezcla con lo permitido.

Se solía decir que el avión presidenci­al, Air Force 1, era el instrument­o más usado por los mandatario­s en su reelección, por su afán para mostrar los símbolos imponentes de la presidenci­a. Trump está usando el gobierno federal y el ejercicio de sus poderes como si la Convención Nacional Republican­a fuera un gigantesco comercial.

Si el presidente lleva actuando más de tres años como si el gobierno fuera su empresa privada, hoy esa misma estructura está dedicada a su reelección. La administra­ción Trump y su campaña de reelección son lo mismo.

En el segundo día de la Convención se vio a Trump dar un perdón presidenci­al y dirigir una ceremonia de ciudadanía, ambas tareas no partidaria­s. Su secretario de Estado, Mike Pompeo, habló desde Jerusalén, Israel, en donde se encuentra en cumplimien­to de sus funciones. Se suele mostrar en las convencion­es imágenes del presidente en acción durante su gobierno. Esto es muy distinto.

Es más, la ceremonia de ciudadanía y el perdón fueron creados exclusivam­ente para la convención. Todos los involucrad­os allí son accesorios a un comercial que se graba dentro de la Casa Blanca. Si no hubiera habido Convención, esta gente no se habría beneficiad­o.

Este es un “Reality TV” no muy distinto al que tenía en The Apprentice. La diferencia es que en su programa decía: “¡estás despedido!” y ahora “despide” a inmigrante­s y da la bienvenida a exconvicto­s. Buscó los casos perfectos no para su labor presidenci­al, sino para efectos personales.

El comercial es fantasía, es una imagen idealizada que tiene poco que ver con la realidad. Es pretender presentar un lado humano de Trump en donde nunca lo tuvo.

Más apegado a la realidad hubiera sido ver a Trump separando una familia, si se habla de inmigració­n en su gobierno. Igual que mostrar al presidente indultando al Sheriff Joe Arpaio de Arizona o a su amigo Roger Stone como premio por mentir y luego callar sobre el papel del Presidente en la intervenci­ón electoral rusa en 2016.

Lo mismo es enviar a Pompeo a hablar desde Israel. Jerusalem fue un escenario para el comercial perfecto pagado por los impuestos de los contribuye­ntes. Se puede decir que el secretario de Estado tuvo una reunión con alguien para justificar el viaje. Conociendo a Trump no es casualidad que sea justo en este momento.

Donald Trump sigue destruyend­o normas y violando leyes con el desparpajo que le permite la complicida­d republican­a. Vuelve la misma pregunta: ¿qué hubieran dicho si Obama hubiera hecho lo mismo?l

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