El voto en manos de los carteros
Cambios en el Servicio Postal y desconfianza en su nuevo jefe amenazan el sufragio
En mitad de la pandemia, muchos de los 180 millones de estadounidenses llamados a las urnas en noviembre, como Chris Ash, podrían ver denegado este derecho fundamental si las autoridades no facilitan el voto por correo, que se ha convertido en un reto para el maltrecho Servicio Postal y blanco de ataques del presidente Donald Trump.
“Ya he pedido mi papeleta para votar por correo en Virginia”, contó a Efe Ash, un diplomático que trabaja en el Departamento de Estado, a la salida de una oficina del Servicio Postal en Arlington (Virginia).
Ash no tardó ni dos minutos en pedir el voto: rellenó un formulario con sus datos personales en la web del estado de Virginia y, unos 30 días antes de las elecciones, recibirá por correo su papeleta que tendrá que completar para luego depositar en un buzón de correos.
“Confío en que el sistema funcione y que mi voto cuente”, expresó Ash, quien ha llegado a votar por correo desde países como Finlandia, Indonesia y Afganistán.
Como la mayoría de los estadounidenses, Ash tiene una opinión positiva del Servicio Postal y acude con frecuencia a la oficina de correos de Arlington (Virginia), donde acababa de enviar unos libros a sus padres que viven
en Massachussets.
Falta de confianza
Sin embargo, los cambios que ha implementado el Servicio Postal en las últimas semanas inquietan a algunos electores, que desconfían de la figura del nuevo jefe del Servicio Postal, Louis DeJoy, donante del Partido Republicano y quien, a tres meses de las elecciones, ha desmontado varias de las máquinas que clasifican el correo y ha ordenado retirar de las calles algunos de los icónicos buzones azules.
DeJoy ha negado que los cambios busquen sabotear las elecciones, como sostienen los demócratas; pero el propio Trump admitió en una entrevista con Fox que quiere socavar el voto por correo y, por eso, se niega a dar fondos adicionales al Servicio Postal.
Muchos analistas creen que el presidente busca generar “dudas, miedo y confusión” para debilitar el Servicio Postal y eventualmente la democracia de EE.UU., en palabras de James S. O’Rourke, profesor de la Universidad de Notre Dame (Indiana) y especializado en el Servicio Postal.
Existe el temor de que la noche del 3 de noviembre Trump se proclame ganador sin que hayan podido contarse todos los votos.
“No tengo ninguna duda de que su plan es proclamar después de las elecciones que ha ganado, sin importar cuál sea el resultado del voto. Dirá: ‘creo que he ganado y nadie sabe dónde están las papeletas, todo el mundo es corrupto y las elecciones estuvieron amañadas, así que o me tenéis como presidente cuatro años más o repetimos las elecciones”, argumentó en declaraciones a Efe O’Rourke, quien a continuación insistió en que durante sus 15 años como académico siempre ha sido “escrupulosamente objetivo”, pero para él la situación actual habla por sí sola.
Trump está convencido de que perdió el voto popular frente a su rival demócrata Hillary Clinton en 2016, debido a un fraude generalizado en el voto por correo, algo de lo que no existen pruebas; y ha culpado repetidamente al Servicio Postal, que considera un símbolo de la burocracia excesiva de Washington.
Según O’Rourke, los recientes cambios en el Servicio Postal forman parte de un proyecto ideológico de los neoconservadores de EE.UU., que desde hace 20 años han intentado reducir el tamaño de la Administración.
Ejemplo de esos ataques es una ley de 2006 que obliga al Servicio Postal a pagar la jubilación de sus trabajadores por adelantado durante los próximos 75 años, algo que no ocurre en ninguna otra rama del Gobierno y ha puesto a la institución al borde de la bancarrota.
Además, Trump teme que el voto por correo aumente la participación y trunque los esfuerzos que ha emprendido