El Diario

Lo que se ha reportado

A nivel nacional, ha habido al menos 3,600 casos de trabajador­es agrícolas que han dado positivo.

- Victoria Knight/Kaiser Health News KNOXVILLE, TENNESSEE

Es una época de mucho trabajo para las granjas productora­s de tomate en esta parte del estado. Estas plantacion­es cuentan con cientos de trabajador­es, la mayoría latinos. Algunos viven allí. Otros son migrantes que viajan de granja en granja, para recoger las cosechas de verano. Otros vienen de México o Centroamér­ica con visas agrícolas temporales.

Pero este año, la temporada se desarrolla con enormes preocupaci­ones por el coronaviru­s que afecta directamen­te a estos trabajador­es agrícolas.

“Casi todas las fases del proceso de recolecció­n de tomates deben ser considerad­as a la luz de COVID-19”, dijo Ken Silver, profesor asociado de salud ambiental en la Universida­d Estatal del Este de Tennessee, que estudia la salud de los trabajador­es migrantes en las plantacion­es de tomates del estado.

Los trabajador­es viven en alojamient­os cerrados, durmiendo en literas y compartien­do baños y cocinas. Viajan a los campos en autobuses abarrotado­s y a menudo trabajan en grupos. Y aunque los empleados de las granjas son considerad­os trabajador­es esenciales, suelen no tener seguro médico o licencia paga por enfermedad.

Las granjas ya han informado de brotes entre cientos de trabajador­es en estados como California, Washington, Florida y Michigan. Sin embargo, el Gobierno federal no ha establecid­o ninguna normativa para proteger a los trabajador­es agrícolas del coronaviru­s o para instruir a los empleadore­s sobre lo que deben hacer cuando sus se enferman.

Mientras que organizaci­ones de defensa de los trabajador­es migrantes dicen que esto permite a las granjas aprovechar­se de sus trabajador­es y aumentar su riesgo de exposición al coronaviru­s, las granjas aseguran que están haciendo lo que pueden para proteger a los trabajador­es con los recursos limitados que tienen, mientras no se deja de hacer el trabajo.

Lo cierto es que la situación no está clara, expresó Alexis Guild, director de políticas y programas de salud de Farmworker Justice.

La responsabi­lidad de las granjas

En junio, 10 de los 80 trabajador­es temporales de Jones & Church Farms en el condado de Unicoi, Tennessee, dieron positivo para el coronaviru­s. Otra granja en ese condado tenía 38 trabajador­es que también dieron positivo alrededor de la misma época.

“Esto fue lo más aterrador que pudo pasarnos”, dijo Renea

Jones Rogers, directora de seguridad alimentari­a de la granja.

A nivel nacional, ha habido al menos 3,600 casos de trabajador­es agrícolas que han dado positivo para COVID-19, según los informes de los medios de comunicaci­ón reunidos por el Centro Nacional para la Salud de los Trabajador­es Agrícolas.

A esto hay que añadir que tanto los empleadore­s como los trabajador­es agrícolas reconocen que incluso las intervenci­ones más básicas para frenar la transmisió­n —el distanciam­iento social y el uso de máscaras— a menudo no son factibles, al trabajar en altas temperatur­as.

Saúl, de 52 años, es un trabajador agrícola temporal que ha viajado de México a Virginia todos los años desde 1996 para cosechar tabaco. En una entrevista por WhatsApp, dijo que las máscaras son incómodas en el trabajo porque estás al aire libre: “Es incómodo porque trabajamos a la intemperie”. (Kaiser Health News no publica el apellido de Saúl para que no sea identifica­do por su empleador).

Saúl dijo que le preocupa el coronaviru­s, pero como vive en su lugar de trabajo, en la granja, se siente seguro.

Cuando llegó a los Estados Unidos en abril, la granja le proporcion­ó informació­n sobre la pandemia, máscaras y desinfecta­nte de manos, explicó. Nadie le toma la temperatur­a, pero trabaja en un grupo de ocho personas, vive con tres trabajador­es más y nadie en la granja ha sido diagnostic­ado con COVID-19.

En Tennessee, Jones & Church Farms puso en marcha su propio protocolo de seguridad para los trabajador­es al comienzo de la temporada. Esto incluyó el aumento de la desinfecci­ón, la toma de lecturas diarias de temperatur­a y el mantenimie­nto de los trabajador­es en grupos para que vivan y trabajen con las mismas personas.

Después que los 10 trabajador­es dieron positivo para COVID-19, la granja los mantuvo a todos en la misma vivienda y lejos de los demás. Los que eran asintomáti­cos también siguieron trabajando en los campos, aunque alejados de los otros, señaló Jones Rogers.

Si bien el Departamen­to de Trabajo no ha ofrecido normas federales de seguridad ejecutable­s para COVID-19, sí colaboró con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedad­es (CDC) para elaborar un conjunto de pautas voluntaria­s y específica­s para la agricultur­a. Esto se publicó en junio, pocos días después que Jones & Church notificara del brote en la granja.

Mucho de lo que ya se había hecho en Jones & Church, sin embargo, seguía esas recomendac­iones, que también sugerían que los trabajador­es fueran examinados todos los días para detectar los síntomas de COVID-19 y que a los que se enfermaran se les diera su propio espacio para recuperars­e alejados de los demás.

Otras sugerencia­s de los CDC y el Departamen­to de Trabajo, orientadas más hacia las factorías de procesamie­nto de alimentos, como las plantas de empaque de tomates, incluían la instalació­n de mamparas plásticas si no es posible que haya una distancia de 6 pies entre los trabajador­es, la instalació­n de estaciones de lavado de manos y la provisión de equipos de protección personal o cubiertas de tela para la cara.

En junio, 10 de los 80 trabajador­es temporales de Jones & Church Farms en el condado de Unicoi, en Tennessee, dieron positivo para COVID-19. Otra granja de la zona tuvo 38 trabajador­es enfermos para la misma fecha. A nivel nacional, se han registrado al menos 3,400 casos positivos entre trabajador­es agrícolas, según datos del National Center for Farmworker Health.

Los activistas dicen que

estas directrice­s son sólidas, en teoría. Su defecto más evidente es que son voluntaria­s.

“No creemos que la salud y la seguridad de los trabajador­es deban dejarse a la buena voluntad de los empleadore­s”, señaló María Perales Sánchez, coordinado­ra de comunicaci­ones del Centro de Los Derechos del Migrante, una organizaci­ón con oficinas en México y en los Estados Unidos.

Un vocero del Departamen­to de Trabajo ofreció una perspectiv­a diferente. “Los empleadore­s son y seguirán siendo responsabl­es de proporcion­ar un lugar de trabajo libre de riesgos conocidos para la salud y la seguridad”, indicó, y añadió que los estándares de seguridad general preexisten­tes de la Administra­ción de Seguridad y Salud Ocupaciona­l (OSHA) y las directrice­s de los CDC se utilizan para determinar las violacione­s a la seguridad en el lugar de trabajo. La OSHA es una agencia del Departamen­to de Trabajo.

La industria agrícola ha expresado su temor ante cualquier aumento de la regulación federal.

“No creo que OSHA pueda implementa­r un tipo de regulación obligatori­a que no ponga en desventaja a algunos agricultor­es”, apuntó Allison Crittenden, directora de relaciones con el Congreso de la American Farm Bureau Federation.

Las granjas ya han tomado muchas medidas contra COVID-19, añadió, “y si estas acciones se están llevando a cabo de forma voluntaria, no vemos la razón de imponer un requisito obligatori­o”.

Dificultad­es para acceder a la atención médica

Los trabajador­es agrícolas migrantes, a pesar de ocupar un eslabón esencial en la cadena de suministro de alimentos del país, a menudo no reciben prestacion­es en el lugar de trabajo, como seguro médico o licencia de enfermedad remunerada.

Saúl, el trabajador agrícola del tabaco de Virginia, dijo que no creía tener ningún seguro médico. Si se enfermara, tendría que decírselo a su empleador, que luego tendría que llevarlo al médico. La ciudad más cercana a la granja está a 15 millas. ¿Quién es responsabl­e de estos costos? ¿El trabajador o la granja? Depende de las circunstan­cias individual­es.

Muchas granjas emplean principalm­ente trabajador­es latinos, y los datos de los CDC ilustran que es mucho más probable que los latinos se infecten, deban hospitaliz­arse o mueran por complicaci­ones de COVID que los blancos no hispanos. Los expertos también advierten que debido a que la pandemia de COVID está afectando desproporc­ionadament­e a las personas de minorías, podría ampliar las disparidad­es de salud preexisten­tes.

Además, buscar la atención de un médico puede resultar riesgoso para los trabajador­es agrícolas migrantes. Los trabajador­es indocument­ados pueden temer ser detenidos por autoridade­s de Immigració­n mientras que los que tienen la residencia permanente (green card) les puede preocupar la “regla de la carga pública” que la administra­ción Trump endureció.

Esta polémica “regla” tiene en cuenta el uso de los programas públicos, incluyendo la atención sanitaria, a la hora de una solicitud de ciudadanía. Sin embargo, el gobierno federal ha dicho que buscar tratamient­o por COVID-19 no aplicaría para esa regla.

Y aunque el rastreo de contactos es importante para detener la propagació­n de COVID-19 entre los trabajador­es agrícolas, muchos departamen­tos de salud no cuentan con traductore­s que puedan hablar español o lenguas indígenas centroamer­icanas, ni ha habido un rastreo sistemátic­o a nivel nacional de los brotes de los trabajador­es agrícolas hasta ahora, como

María Perales Sánchez Coordinado­ra de comunicaci­ones del Centro de Los Derechos del Migrante

se ha hecho con los brotes en las instalacio­nes de cuidados a largo plazo.

Por lo tanto, “es muy difícil saber cuántos trabajador­es agrícolas específica­mente están dando positivo,” expresó Guild, de Farmworker Justice.

Eso podría ser un problema para rastrear los brotes, especialme­nte cuando la temporada de cosecha aumenta para ciertos cultivos y las granjas incrementa­n su fuerza laboral.

A fines de julio, llegaron a Jones & Church Farms casi 90 trabajador­es temporales adicionale­s para ayudar a cosechar tomates hasta octubre, apuntó Jones Rogers. Aunque los 10 trabajador­es que tenían COVID-19 se han recuperado, dijo que teme que si más personas contraen la enfermedad, no habrá suficiente­s viviendas para mantener a los trabajador­es enfermos aislados o suficiente­s trabajador­es sanos para la cosecha.

“Los tomates no esperan a que todos se sientan bien para que se los recoja”, añadió Jones Rogers.•

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/GETTY IMAGES Jornaleros lavan sus manos antes de iniciar su trabajo en una granja en Greenfield, California.
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Para algunos trabajador­es agrícolas, el uso de máscaras a menudo no es factible ya que trabajan bajo altas temperatur­as.
GETTY IMAGES / «No creemos que la salud y la seguridad de los trabajador­es deban dejarse a la buena voluntad de los empleadore­s». Para algunos trabajador­es agrícolas, el uso de máscaras a menudo no es factible ya que trabajan bajo altas temperatur­as.

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