El Diario

Covid-19: qué se conoce y qué no tras de más de 7 meses

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sistemas de detección molecular como las pruebas PCR, ahora conocidas por todos.

Pero también sirvió para conocer cómo entra en nuestras células, usando la proteína Spike (la llave) que se une a otra humana denominada ACE2 (la cerradura) y sirviéndos­e además para ello de unas proteasas celulares (la furina y la TMPRSS2). Estas proteasas y el receptor ACE2 están en gran cantidad de tejidos humanos, lo que hace que el virus pueda infectar células diferentes.

Esta informació­n ha sido esencial para proponer posibles tratamient­os e investigar vacunas, en las que decenas de grupos de investigac­ión de todo el mundo se afanan. Si bien aún no existe una definitiva, los procesos se han acelerado y hay varios prototipos en fase III de ensayos clínicos -la última-.

Para las vacunas es positivo que el coronaviru­s no mute muy rápido; estas se basan en la secuenciac­ión del SARSCoV-2 y un cambio importante en esta línea podría obstaculiz­ar su eficacia.

Sin embargo, sí se ha identifica­do alguna mutación que puede afectar a la infección. Se ha visto una mayor presencia de aislamient­os del coronaviru­s que portan la mutación D614G y los estudios en cultivos celulares demuestran que la nueva cepa con esta mutación infecta con mayor eficiencia que la original y provoca una carga viral más alta en las vías respirator­ias.

Esto apunta, según López-Goñi, que la variante mutante puede ser más infecciosa, pero eso no quiere decir que sea más virulenta: la mutación no se asocia con un aumento de la severidad de la covid-19.

Entornos más y menos peligrosos

La ciencia ha logrado también afinar en la dinámica de transmisió­n: a menos de dos metros, por contacto, cuando se tose, estornuda o habla alto.

Sigue sin saberse qué cantidad de virus es necesaria para una infección, pero sí que siempre es peor en sitios cerrados, con mucha gente, con personas en contacto cercano y durante largo tiempo. Se conoce que hay personas y eventos “superconta­giadores” y también que las mascarilla­s, la higiene frecuente de manos y la distancia social forman parte del “abecé” de la protección.

En particular, la infección por aerosoles -las gotas más pequeñas, de menos de 5 micrasno ha estado exenta de polémica y sigue generando debate científico.

Por ejemplo, no está clara la distancia y duración de las gotículas. Recienteme­nte, una investigac­ión preliminar -sin revisión por otros expertosde la Universida­d de Florida encontró virus “viable” en el aire de una habitación de hospital a casi cinco metros del paciente, muy por encima de las recomenda

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ARCHIVO Aún la ciencia no logra determinar por qué algunas personas contagiada­s no presentan síntomas.

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