TRUMP DEJÓ QUE MUERAN
Un nuevo libro sobre el presidente Donald Trump usualmente confirma impresiones que se tenían y acompañan revelaciones que ya se habían filtrado. El libro “Rage” (Rabia) del reconocido periodista Bob Woodward no es una excepción. Sin embargo, es imposible no indignarse cuando se conoce la magnitud del engaño presidencial en cuanto al coronavirus.
Woodward y Trump mantuvieron largas conversaciones que están grabadas para el libro. En una de ellas que tuvo lugar en marzo pasado, Trump concedió que desde enero le habían informado de la mortalidad del virus, su transmisión por aire, y que afecta tanto a mayores como a jóvenes.
Ojalá el presidente hubiera comunicado esa información a los estadounidenses. Es muy probable que se hubieran evitado algunas de los al menos 191,000 muertos en Estados Unidos por la pandemia.
Pero en vez de asumir su papel de líder en momentos difíciles, Trump prefirió, según sus propias palabras, “no causar pánico”. Eso no significa que atemperó el mensaje o trató de construirlo de manera tal que una a los estadounidenses para enfrentar un poderoso enemigo común. Trump decidió mentir. Y seguir mintiendo.
Le dijo a los estadounidenses todo lo contrario de lo que le contó al periodista. Sabemos que Trump está peleado con la realidad y que vive en un mundo de verdades alternativas, pero nos atrevemos a decir que su actitud ante la pandemia fue criminal.
Porque, ¿cómo explicar que conociendo que el contagio es a través del aire, Trump haya desalentado el uso de las máscaras? ¿Por qué convirtió ese elemento básico de protección en un elemento de división para sacar un rédito político?
Sabiendo lo que conocemos hoy, las declaraciones de Trump desde el inicio de la crisis no fueron más que elementos de una farsa monumental. Un engaño. Comparó el coronavirus con una gripe común, las tantas veces que se mostró sorprendido por lo que parecía ser información nueva cuando no lo era para él. Y su insistencia que sólo los mayores lo sufren seriamente, y no los jóvenes y niños.
Si Trump decidió ocultarle a los estadounidenses lo que sabía de la enfermedad, por lo menos pudo haber puesto todo los recursos del gobierno federal para enfrentar el peligro. Tampoco lo hizo. Por el contrario, se envió equipamiento de protección para ayudar hasta a China y cuando llegó el momento de hacerlo aquí, le dijo a los estados que se las arreglen. Puso a su yerno a improvisar respuestas y crear un caos nacional en medio de la pandemia.
Ya se sabía que habían llegado desde temprano a la Casa Blanca informes de inteligencia sobre el virus. Conociendo que Trump no lee nada, se pensó que la improvisación era producto de desatención. Escucharlo que comprendía muy bien lo que podía ocurrir indigna, porque no hizo nada. La alternativa no era crear el pánico o quedar callado. Era entre ser un líder o un cobarde, entre salvar vidas o dejar que mueran.l