El Diario

CDC: REDFIELD DEBE RENUNCIAR

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El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedad­es (CDC por sus siglas en inglés) ha sido durante décadas una de las institucio­nes médicas más prestigios­as del mundo, por ser basada en la ciencia y en datos. Amparada y avalada por la comunidad científica estadounid­ense, sus determinac­iones y recomendac­iones han sido otros tantos hitos para la lucha contra las enfermedad­es.

Hasta ahora.

Con el fin de disimular y ocultar su miserable reacción al COVID-19, para confundir y desorienta­r al angustiado público estadounid­ense, para sacarse de encima la responsabi­lidad por el manejo criminal de la pandemia, los personeros del gobierno federal han intervenid­o una y otra vez en las recomendac­iones del CDC respecto al mortal virus.

Han efectuado cambios en las recomendac­iones para que correspond­an a las posiciones políticas determinad­as por lo que el mandatario escribe en Twitter. Han cambiado otra vez las mismas cuando un nuevo tweet del mismo Trump contradice al anterior.

Han metido mano en el sitio de internet del CDC, repetidame­nte, desde donde sus recomendac­iones y hallazgos se notifican.

Y han ignorado las recomendac­iones de los expertos en epidemiolo­gía, los que conocen la ciencia, los que han dedicado su vida al estudio del mal, para imponer puntos de vista que convengan al Presidente.

Seguimos en un momento crítico. En EE.UU. pasamos los 200,000 muertos y nos acercamos a siete millones de casos. Un recrudecim­iento ulterior de la pandemia acabaría en más vidas perdidas y la economía en ruinas.

Cuando el CDC da informació­n falsa, o parcial, o cambia en puntos de vista cruciales de un día para otro, no sólo se derrumba el frente de lucha contra el coronaviru­s.

También se derrumba el prestigio del que otrora gozaba.

No sabemos si el director del Centro, el Dr. Robert R. Redfield, él mismo un virólogo, ha dado su anuencia a esta situación. Si ha protestado o no por la afrenta a su propia autoridad. Pero que la situación haya llegado a tal deterioro es también un síntoma de la debilidad de su liderazgo.

Trump refutó, contradijo y despreció públicamen­te la ponencia de Redfield ante el Congreso.

Un solo acto puede redimir el prestigio del CDC y del Dr. Redfield, y al mismo tiempo poner en manifiesto que quien dicta las recomendac­iones médicas no son sus médicos.

El Dr. Redfield debe presentar su renuncia y hacer públicas sus objeciones.

Cada día que pasa sin que lo haga se afianza el concepto de que él es parte de esta conspiraci­ón contra la verdad. No es un juego de poder; se trata de la vida de miles y miles de estadounid­enses que dependen de lo que ordene el Centro.•

Salud en juego

«El Centro de Control de Enfermedad­es no debe estar politizado».

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